Cuando supe que existía en Brasil una ciudad llamada Olinda, sentí una atracción inmediata por conocerla. Su nombre ya era un atractivo que justificaba el viaje y saldar la curiosidad por este lugar. Es que mi abuela materna, a la que todos llamamos “Memé”, se llama Olinda. Me intrigaba saber si algo de la personalidad amorosa de mi abuela iba a encontrar en eas callecitas y casas coloniales de una ciudad que llevaba su nombre. Encontré eso y mucho más.
Olinda, a escasos kilómetros de Recife (estado de Pernambuco), atrae por su chapa de “Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad por la Unesco” y especialmente por su colorido carnaval.
Vale la pena llegar a esta ciudad en esa época del año porque sin dudas es uno de los carnavales más hermosos de todo el Brasil, donde a diferencia de los de Rio de Janeiro y Salvador Bahía (que son admirados como espectáculos de fama mundial) en Olinda estas fiestas presentan una conexión más profunda con sus raíces.
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Los ritmos tradicionales de Pernambuco, con sus danzas que mixturan la cultura portuguesa y africana van apareciendo en esas calles coloniales. Y así, vamos descubriendo lo que es el “Frevo” , esa danza acelerada, con pasos acrobáticos, que combina ritmos de raíces africanas en las percusiones y con sonidos como la polka y ciertas reminiscencias de mambo y jazz . Se baila con paragüitas de colores y en zapatillas, imposible que las mujeres lo bailen con tacos altos.
¿Si es difícil bailarlo? Muy… pero vale la pena intentarlo. Siempre hay un lugareño dispuesto a ayudarte.
Pero lo que más fascina de este carnaval son los muñecos gigantes. Estos "bonecos" son el emblema del carnaval de Olinda, lo que realmente lo hace único en el mundo. Durante todo el año está abierto el Museo de los Bonecos donde se puede experimentar qué se siente y cómo es cargar uno de ellos en los hombros.
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Pesan unos 12 kilos y no es nada fácil mantener el equilibro, cargarlo y bailar al mismo tiempo, siguiendo el ritmo de la música. Estos muñecos pueden representar personajes conocidos o no. Los ídolos populares o los políticos son fácilmente identificables.
El pernambucano en general es simpático, amable y entrador. No hay nada como pasear por Olinda en época de carnaval y dejarse sorprender por su gente que siempre extenderá la mano para que nadie se quede afuera del carnaval más amigable del mundo.