El peronismo de Córdoba no va a una elección mano a mano con una fuerza opositora competitiva desde hace 12 años, o sea tres turnos electorales seguidos.
Antes de encarar este proceso a través del cual Unión por Córdoba intentará mantenerse de manera interrumpida durante 24 años en el poder, la consigna clave era que debía lograr una fragmentación opositora. Así lo habían conversado hace tiempo José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti.
El gobernador heredó del fallecido líder del PJ aquellas maniobras que le permitieron desde el poder fragmentar a la oposición y tener siempre un sector proclive a cumplir con los deseos del oficialismo. Y le sumó su relación con Mauricio Macri, que está dispuesto a pasar un papelón en la provincia que lo hizo presidente pero mantener su acuerdo con uno de los gobernados aliados.
Por todas esas razones, la fragilidad de la oposición cordobesa, la sujeción al peronismo de una buena parte del radicalismo y el acuerdo Macri-Schiaretti, Cambiemos irá dividido a la elección del 12 de mayo.
Entre Macri que parece no querer ganar en Córdoba y algunos dirigentes locales mucho más pendientes de complacer al peronismo que a su propio espacio, se fue gestando esta novela de enredos que está terminando con mutilados por todas partes.
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Mario Negri sigue siendo el candidato preferido del presidente y de los referentes nacionales de Cambiemos. Va a acusar a Ramón Mestre de pactar con Schiaretti para no llevar un candidato competitivo.
Mestre, apadrinado por algunos operadores nacionales de la UCR, culpará a su correligionario de no querer dirimir en una interna la candidatura. Y el otro le responderá que no estaban dadas las garantías de transparencia y le retrucarán que el dedo no alcanza para ser candidato. Y así sucesivamente.
Pero la cuestión es que ahora se tendrán que contentar con disputar en la general sus diferencias y ver quién es más referente opositor.
Lo único que puede poner en riesgo el triunfo de Schiaretti es que, como ocurrió en su momento en 2007 cuando los candidatos opositores eran Negri y Juez, uno de los dos (en este caso Negri o Mestre) se posicionen claramente por sobre el otro, sean percibidos como el postulante más competitivo y haya una polarización final.
Si eso no ocurre, se cumplirá el sueño del peronismo de estar un cuarto de siglo en el poder con sólo dos dirigentes alternándose, el de muchos radicales que hacen negocios y están más cómodos con Unión por Córdoba que gobernando ellos y, aunque jamás lo vaya a confesar, el de Macri, que entre un gobernante conocido de otro signo y uno propio pero el que no confía, parece haberse inclinado por la primera opción.