¿Por qué Israel anunció un plazo de 24 horas para que la población civil evacúe las ciudades y marche hacia el sur, si luego pasó largamente ese plazo sin que se inicie el anunciado ataque masivo por aire y tierra?
Porque evacuar en 24 horas a millones de personas, es imposible. Pero entonces…¿por qué se hizo blanco de críticas del mundo por dar un plazo imposible de cumplir, si sabía que no lo haría ni estaba en sus planes hacerlo?
La respuesta tiene que ver con la presión sicológica sobre el dispositivo de defensa montado en Gaza por Ezzedim al Kassem, que es el brazo militar de Hamas. Mantener la guardia en alto implica una tensión que consume energía militar. Que se prolongue el inicio de un ataque inminente, prolonga el desgaste energético que implica para un dispositivo de defensa estar a la espera de una ofensiva que se supone tan devastadora como inminente.
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Cuando una fuerza está atrincherada ante una ofensiva en gran escala para la cual ha preparado una sangrienta emboscada urbana, el paso de las horas y los días va produciendo una fatiga en los combatientes que esperan agazapados el momento de emboscar al enemigo. En cambio, la fuerza que realizará el ataque es la dueña del tiempo, una ventaja estratégica clave en todo escenario bélico.
Las tropas israelíes que van acumulándose en la frontera de Gaza pueden decidir el “cuándo”, mientras que quienes esperan su embestida sólo pueden hacer eso: esperar. Y esperar en una ciudad sin agua, ni electricidad, es más desgastante que estar en la posición de quien aguarda, sin sufrir desgaste alguno, el momento oportuno de decidir cuál es la ocasión más apropiada para dar inicio a las batallas.
En síntesis, haber planteado un plazo y no cumplirlo difícilmente tenga que ver con demoras en la preparación del ataque israelí con invasión incluida a la Franja de Gaza. Lo más seguro es que tenga que ver con la táctica y estrategia planteadas.
Hamas apunta a que Gaza se convierta en Faluya para las tropas israelíes. O sea, convertirla en una trampa mortal, una infernal ratonera, como lo fue esa ciudad iraquí de la provincia de Ámbar para los marines norteamericanos que entraron en ella en el 2004, persiguiendo yihadistas.
Sin embargo, la demora también tensiona el mundo y aumenta las presiones internacionales para que Israel desista de un ataque que costará muchos miles de víctimas civiles y la pérdida de sus hogares, escuelas y hospitales.
Hamas, así como los líderes de Hezbola y quién está detrás de estas organizaciones político-militares, el régimen de los ayatolas iraníes, apuestan a qué esa presión internacional limite significativamente el alcance y el poder devastador de la ofensiva israelí, cediendo, precisamente, ante la presión del mundo.
Sin embargo, la política israelí frente a esta apuesta de sus enemigos a que el liderazgo judío se cohíba ante la presión del mundo, ha sido desde su última invasión al Líbano planteada para responder con dureza la captura de soldados judíos por parte de Hizbolla, que la decisión es actuar frente a sus agresores con la misma brutalidad con que actúan los gobiernos árabes cuando se sienten desafiados y responden con masacres y con ataques genocidas.
Esto implica decir: actuaremos como actuó el autócrata sirio Hafez el Asad en 1982, cuando respondió a la rebelión de la Hermandad Musulmana en Hama, lanzando sobre esa ciudad un ataque del ejército acompañado por bombardeos que dejaron más de 20 mil muertos, la inmensa mayoría civiles.
El mensaje lleva implícito la masacre de palestinos cometida por el rey Hussein de Jordania, cuando hizo atacar los campos de refugiados situados al Oeste de la capital, Amán, porque las milicias de la OLP los estaban convirtiendo en territorios independizados de hecho del Estado jordano. El llamado “setiembre negro” de 1970 dejó más de 10 mil palestinos muertos, entre milicianos y civiles (la inmensa mayoría, civiles).
También se contaron de a miles las víctimas civiles de los ataques lanzados por los “peshmergas” (milicias kurdas) y después por el ejército iraquí, para recuperar de manos de ISIS la ciudad de Mosul.
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Los bombardeos sauditas contra los hutíes pro-iraníes dejaron decenas de miles de víctimas civiles en Yemen, y hay más ejemplos de las sangrientas represalias de regímenes árabes para enfrentar enemigos también árabes, que tienen efectos colaterales monstruosos sobre poblaciones civiles.
Como señala el lúcido Thomas Friedman, Israel lleva décadas irradiando el mensaje de que, sus respuestas cuando la atacan, se ejecutan con las mismas reglas y efectos espantosos que tienen las respuestas que dan los estados árabes del Oriente Medio.
Como ha probado varias veces la aplicación de esa fórmula sangrienta, mientras las horas pasan y el goteo de bombardeos crece lentamente, también crece vertiginosamente la tensión en Medio Oriente y en el mundo.