Despedirse es, en algún punto desprenderse. De algo, de alguien. De una etapa, de un ciclo. No suele ser una tarea fácil, al menos para los que formamos parte del equipo de la melancolía.
Llegando a la semana 40 de gestación, creo que recién ahora me está cayendo la ficha de que el cambio más grande de mi vida está por producirse. No hay vuelta atrás, ya nada será igual.
Despedirse del trabajo, aunque hace varias semanas que con la cuarentena mi trabajo cambió. Despedirse de las rutinas, que durante tanto tiempo seguí y que también en este tiempo se vieron modificadas.
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Es poner un punto y aparte en el calendario y en la cabeza; pero me gusta más pensar en puntos suspensivos, para sacarle el dramatismo de los finales. Llega el momento de concentrarse de lleno en otra cosa. Tal vez, la más hermosa de todas.
Una carta
Anoche en casa abrimos el sobre que nos dieron a todas las parejas en el curso de pre parto. La profe dijo claramente que cuando nos sintiéramos preparados para despedir la panza leyéramos esa carta.
Así que para meterle un poco de entusiasmo al fin de semana de cuarentena que, ya poco se diferencia de los demás días de la semana, nos sentamos a cenar y brindamos. Yo me permití la media copita de vino que me autorizó el obstetra.
–Brindemos por nuestra familia.
–Chín chín por los tres.
Para el momento del postre, que era simplemente un pedazo de huevo de pascua que quedaba, nos dispusimos a leer la carta.
No quiero que ustedes piensen que soy una spoiler de finales, pero les cuento que arranca con el diálogo entre un angelito y Dios. Un relato naif pero sumamente tierno que, a medida que avanza, te llena los ojos de lágrimas sí o sí.
Lo mejor de todo es que terminamos los dos con una sonrisa gigante en la cara. ¡Vamos a ser papás! Nuestro coronial dependerá ciento por ciento de nosotros para vivir y con la cuarentena todavía vigente, vamos a ser sólo nosotros dos y él.
Hermosa privacidad
Al menos por un tiempo, ni abuelos, ni tíos, ni amigos podrán darnos esa mano tan necesaria de los primeros días. Estaremos en casa los tres solos (con la Berta, claro). Pero quiero pensar en ese tiempo como una gran oportunidad. Un momento de intimidad absoluta para conocernos y conectarnos.
Esto tal vez sea algo único para una familia que acaba de tener un bebé. La posibilidad de contemplar a ese recién nacido solamente entre nosotros. Por supuesto que si pienso que mi papá, por ejemplo, conocerá a su nieto por fotos y videos, me amargo. No es lo que había imaginado. Pero es lo que nos toca en el aquí y ahora.
Si pienso que mi papá conocerá a su nieto por fotos y videos, me amargo. No es lo que había imaginado. Pero es lo que nos toca.
La pandemia sigue arrasando con los enfermos de coronavirus y con nuestra libertad. No podemos romper nuestro compromiso de quedarnos en casa por más hijo, nieto o sobrino que nazca.
Amor
Durante el embarazo he leído muchísimo sobre maternidad, lactancia, el sueño del bebé y tantas cosas más. Sin embargo, hoy tengo la sensación de que no sé nada.
No tengo idea cómo ser mamá. No sé qué voy hacer en cuanto nazca Facundo. Pero sí tengo algo muy claro: el amor es la clave. El amor también cura y alivia todo lo que pueda pasarnos. Es lo único que no puede faltarnos, sobre todo en esta pausa universal del coronavirus.
Durante el embarazo he leído muchísimo sobre maternidad, lactancia, el sueño del bebé y tantas cosas más. Sin embargo, hoy tengo la sensación de que no sé nada.
Cuando la cuarentena se pone monótona y el futuro incierto, el amor nos salva. No tengo dudas que llegarán para mi bebé muchísimas muestras de amor.
Llegarán de forma virtual y poco a poco se convertirán en manifestaciones cara a cara, en abrazos y besos reales. Que serán más valorados y sentidos después de la pandemia.
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#GestandoCuarentena entra entonces, en fase de puntos suspensivos… porque es tiempo de parir.
Es tiempo de nacer. Y con los coronials nacerán muchas cosas interesantes para seguir compartiendo en este espacio. ¡Hasta pronto!