Fueron 241 votos a favor y apenas 3 abstenciones. Ninguno en contra. La reforma en el Impuesto a las Ganancias que impulsó el Frente de Todos logró en Diputados el apoyo casi unánime de la oposición.
Es muy raro que en la Argentina se consigan consensos tan amplios. Por lo tanto, puede resultar incómodo sospechar de la conveniencia de un proyecto tan celebrado. Para colmo, una iniciativa que en el debate público, dominado en nuestro país por posiciones demagógicas, es presentada como "a favor del bolsillo de la gente".
El beneficio para los sueldos alcanzados hasta ahora por el impuesto, de ingresos netos actuales de entre casi 75 mil y casi 125 mil pesos por mes, será ínfimo. Y resultará efímero. Habrá gente que conseguirá, a partir de la actualización del piso, trescientos, quinientos, dos mil pesos extra por mes. Pero será un alivio que durará poco. Porque en unos meses, cuando esos salarios se actualicen según la dinámica inflacionaria en la que la Argentina está históricamente entrampada, muchos volverán a pagar el impuesto. Y con más fuerza que antes, ya que no se tocan las escalas ni las alícuotas de Ganancias.
De cualquier manera, de cara a futuros debates sobre este impuesto, es discutible la necesidad de favorecer a una minoría que, según los cada vez más decadentes parámetros argentinos, integra el grupo de mayor poder adquisitivo. Y nada más justo y progresista que cobrarles impuestos a los que más ganan. En todas la democracias pujantes existen obligaciones de este tipo.
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Los beneficiarios de los eventuales nuevos cambios en Ganancias se ubican, dentro de la burbuja del empleo formal, en posiciones cercanas a la cima de la pirámide de ingresos. Como reconoce ahora en su libro el ex Presidente Mauricio Macri, la irresponsable promesa de eliminar Ganancias a los asalariados fue uno de sus mayores errores.
La presión fiscal agobiante de la Argentina, la que es urgente combatir, está en otra parte. Son impuestos invisibles al momento de pagarlos. Se esconde sobre todo en el IVA o en los Ingresos Brutos provinciales, que recaen con más peso en los más pobres. Y que últimamente vienen en aumento.
El problema crónico del empleo en negro se explica en gran medida por el costo de los aportes patronales. Dar trabajo en la Argentina sale demasiado caro.
En esos puntos debería enfocar sus esfuerzos la dirigencia. Ahí sí sería un progreso real ver consensos tan amplios, votaciones casi unánimes.