Al ser consultado por el entrevistador sobre su mirada respecto a lo acontecido en Cuba al cumplirse un año de las masivas protestas de julio del 2021, el Papa Francisco fue más revelador en lo que no dijo que en lo que dijo.
No dijo nada sobre las miles de personas que, por haber participado en aquellas manifestaciones antigubernamentales, fueron encarceladas; ni de los cientos que recibieron condenas de hasta nueve años de prisión bajo acusaciones absurdas. No dijo nada del sustancial incremento de la censura y la persecución política ocurrid en estos últimos 12 meses.
Esas palabras no dichas por el pontífice son más audibles y legibles que las derramadas en las frases confusas con que respondió a la pregunta.
Lo que no dijo sobre las prisiones atiborradas de presos políticos y los juicios sumarísimos para penalizar la protesta, es más explícito que afirmaciones como “Cuba es un símbolo”.
¿Un símbolo de qué? ¿De la insumisión de un régimen ante la superpotencia que lleva más de medio siglo intentando derribarlo? ¿O del totalitarismo que creó ese régimen para sobrevivir al imperio vecino, pero también para perpetuarse con poderes absolutos?
Francisco dijo otras frases nebulosas que también resultaron menos elocuentes que los silencios que las acompañaron. Por ejemplo, dijo “confieso que tengo un vínculo humano” con Raúl Castro.
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¿Por qué usó el verbo “confesar” para referirse a una relación personal de afecto o amistad? No lo dijo. Tampoco dijo si usa ese “vínculo humano” para reclamarle por los encarcelados, por los censurados y por los perseguidos del régimen.
Para analistas, críticos y observadores del mundo entero, la respuesta a esas preguntas es una: el jefe de la iglesia católica es un izquierdista que simpatiza con el castrismo y con su dictadura.
Esa afirmación es la que alienta el propio Papa Francisco. Pero debe ser puesta en duda. Al fin de cuentas, responder con el supuesto izquierdismo del pontífice genera otras preguntas: ¿Por qué jamás nadie dijo que el cardenal Jorge Bergoglio era de izquierda? ¿Por qué a lo largo de su vida sacerdotal siempre se lo situó más bien en el ala conservadora de la iglesia?
Como cardenal y antes de alcanzar ese rango, Jorge Bergoglio era un sacerdote muy comprometido con los pobres, pero nunca se paró en la vereda de la Teología de la Liberación ni de otras vertientes tercermundistas de la iglesia que evidenciaban simpatías con el marxismo. Ni siquiera estaba en la vereda de los teólogos vanguardistas en la interpretación del mensaje evangélico. Al contrario, sus posiciones teológicas eran más cercanas a las de los defensores del dogma y de tradiciones litúrgicas que veían peligrar con el Concilio Vaticano II.
Entonces, si sus confusas señales de complicidad con el régimen cubano no tienen que ver con afinidad ideológica ¿cómo deben interpretarse? ¿Por qué le cuesta denunciar la represión, la censura, la persecución y la clausura de quienes disienten por parte de liderazgos con vocación y acción totalitarias?
Cuba no es el único punto del planeta donde el Papa Francisco se recluye en silencios inquietantes. También muestra esa dificultad frente al régimen autoritario que impera en Venezuela y a la dictadura marital nicaragüense. Todos tienen en común con el castrismo una supuesta adhesión al izquierdismo marxista. Sin embargo, todos ellos, incluido el régimen cubano, se alinean también con Vladimir Putin, presidente de Rusia que expresa el nacionalismo expansionista que creó el zarismo y se apoya en la ultraconservadora iglesia cristiana ortodoxa.
Quizá para encontrar una respuesta a los silencios cómplices de Bergoglio con regímenes autoritarios que se auto-perciben de izquierda mientras se encuadran bajo el liderazgo ultraconservador y militarista del presidente ruso, hay que buscar lo que tienen en común las mencionadas dictaduras caribeñas con el régimen imperante en Rusia. Y lo que tienen en común no es la ideología, sino el protagonismo de los servicios de inteligencia en la construcción de poder.
El G-2, aparato cubano de inteligencia, fue diseñado por el KGB soviético, experto en construir redes infinitas de espionaje y delación para infiltrar la sociedad entera. A su vez, el G-2 diseñó el SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia) y los demás aparatos de espionaje, extorsión y delación que le dieron un blindaje impenetrable al régimen chavista.
También Daniel Ortega recibió asesoramiento para blindar su poder en Nicaragua y tiene lógica sospechar que Néstor Kirchner fue otro de los asesorados para construir poder, mediante informes de inteligencia que le permitan controlar con formas de extorsión a la mayor cantidad de gente posible.
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Al cardenal Bergoglio, Kirchner lo llamaba “el jefe de la oposición” y muchos sacerdotes y allegados al religioso dicen que le escucharon decir que aquel presidente había encomendado al oscuro Jaime Stiuso recabar información que le permitiera controlar al entonces cardenal o, en su defecto, destruir su reputación.
Cuando fue designado Papa el kirchnerismo le disparó munición gruesa acusándolo de complicidad con los crímenes de la dictadura militar, usando información compilada por Horacio Verbitsky. El propio Francisco asumió la parte oscura de su actuación en los tiempos de aquel régimen criminal, que por cierto no llega a ser calificable de complicidad con crímenes de lesa humanidad ni mucho menos, pero tampoco fue de denuncia de lo que ocurría. Lo hizo al aprobar la película “Los dos Papas”, donde esos hechos son relatados por el personaje de Bergoglio. Pero… ¿Habrá también una carpeta elaborada por Jaime Stiuso, el agente al que Néstor Kirchner le encomendó ese trabajo?
Cuando le encomendaban encontrar material para poder tener bajo control extorsivo a una persona, sino lo conseguía, Stiuso lo inventaba. Era un profesional tanto consiguiendo evidencia como inventándola. De tal modoo, si ese oscuro agente de la SIDE encontró o inventó “evidencias” para tener a Bergoglio bajo control, tales “evidencias” llegaron a los demás regímenes con los que Néstor Kirchner, primero, y su viuda, después, tuvieron vínculos fuertes que aún subsisten.
Quizá eso explique los balbuceos del Papa cuando de hablar de esos regímenes se trata, incluido el de Rusia y su criminal invasión a Ucrania. Y es probable que además explique por qué Francisco no ha venido ni vendrá a la Argentina. Nada menos que su país queda afuera de sus peregrinaciones pontificias, algo que el pontífice también explica con silencios inquietantes.