El llanto desgarrador de la mamá y de la abuela de Joaquín González (19), muerto en una pelea callejera en Alta Gracia, expuso de manera descarnada el desconsuelo y el dolor de una pérdida que nada ni nadie puede reparar, ni siquiera la Justicia.
La investigación determinará qué y cómo sucedió, y la responsabilidad penal de Joe Heredia (18), detenido e imputado por el homicidio.
Pero más allá de lo que resuelva la Justicia, deberiamos preguntarnos por qué pasan estas cosas, por qué se naturaliza la violencia como medio para resolver conflictos. La violencia grupal entre jóvenes no escapa a la violencia que atraviesa a toda la sociedad, sin distinción de clases sociales.
Una mirada, una palabra o una acción desatan o potencian una pelea en la que se deshumaniza el vínculo con el otro u otros hasta dejar heridos y otras veces un muerto.
La lógica de los adultos no alcanza para explicar lo que cualquiera se pregunta. ¿Cómo no pueden medir las consecuencias que puede dejar una pelea? ¿Qué bronca vieja o nueva puede tener más valor y ser más importante que la vida? Analizar las causas de la violencia entre grupos de jóvenes, es complejo. Hay múltiples causas.
Es imprescindible recordar que la rebeldía, característica típica de la adolescencia y juventud, "los hace sentir inmunes a padecer peligros y minimizar los riesgos de generar un conflicto", explica Damián Herkovits, investigador del Instituto en salud colectiva de la Universidad de Lanús.
Para él, "en los pibes la violencia es más lúdica y expresiva. Y en contextos de grupalidad (boliches, recitales, salidas de los colegios, clubes) la ejercen para afirmar la identidad. Provocar al otro, descalificarlo, desafiarlo, les genera una experiencia adrenalinica". Sostiene que "en general el fin no es la intención de matar pero en el conflicto surgen situaciones que hace que en esa interacción algo se les vaya de las manos y termine de la peor manera". El alcohol y el consumo de drogas actúan como agravantes.
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Pero hay muchos otras causas que fogonean la conflictividad: la discriminación, la falta de oportunidades, de satisfacer necesidades básica, la falta de representación, la pandemia que los reinsertó en un mundo que no es el mismo. Todo contribuye a generar violencia que descargan en sí mismos o en otros.
Osvaldo Rubiolo, médico psiquiatra y psicoanalista, considera que lo que está sucediendo nos debe "obligar a ver lo que pasa en cada casa y revisar qué rol están cumpliendo los padres". Entiende que se ha desmoronado la autoridad familiar que establece normas y límites. La falta de ejemplo está haciendo crecer a los chicos en una sociedad caótica, sin reglas, que no los motiva a darle un sentido a sus vidas y considerar y respetar a los demás. Todo este contexto de destrucción de la red familiar y social genera distanciamientos, falta de afecto, miedos e inseguridades, y "hace que los chicos en vez de ponerle palabras a las dificultades pasen a la acción violenta". Expresa que "hasta los docentes en las escuelas tambien han perdido su rol de contención con los chicos al ser desautorizados por los padres".
Con este preocupante diagnóstico, ¿la solución es la que generalmente piden las familias de las víctimas? Más policías controlando a toda hora y justicia para que le caiga todo el peso de la ley a los violentos.
Roxana Olmedo, la abuela de Joaquín, pidió que "cambien las leyes" y le dijo a los políticos "ustedes son los únicos que pueden acomodar esto".
Los especialistas entienden que esos pedidos por sí solos no son la solución. Según Herkovits, "antes hay que volver a buscar instancias previas que regulen los conflictos porque no siempre hay instancias intermedias a la actuación policial, que a veces es buena y otras exacerba la violencia que pretende controlar". Además señala que no hay que estigmatizar a los jóvenes.
Por su lado, Rubiolo advierte que "la Justicia en la mayoría de los casos actúa sobre un hecho consumado". Cree que como primera medida para evitar más muertos "es necesario iniciar el proceso de recuperación del rol de los padres, ser la autoridad que guía, acompaña, pone límites, contiene, enseña sin imposiciones ni autoritarismo".
Al mismo tiempo considera fundamental el acercamiento diario con los hijos, darle ejemplos con la conducta, afecto, dialogar con ellos para saber qué piensan, qué sienten, si tienen un conflicto interno o con sus pares.
Herkovits suma otro elemento al análisis de lo que está pasando y pide "que los adultos estén alerta porque muchas veces los chicos no hacen partícipe a los padres ni docentes de que tienen un problema con otros. En algunos casos porque no lo consideran grave o porque en ésta construcción de la masculinidad estereotipada se dicen a sí mismo no soy puto, no soy cagón, lo voy a resolver solo. Y no siempre eligen el camino del diálogo".
Asegura que las medidas preventivas o punitivas que se puedan tomar para reforzar los controles o aplicar la ley tampoco son la solución. Considera más efectiva la intervención de los adultos en los espacios educativos para mitigar la violencia. Ve necesario trabajar en la educación en los espacios de proximidad (padres, allegados, escuelas) y propone repensar qué tipo de sociabilidad estamos construyendo con los jóvenes y qué vínculos debieran fortalecerse entre familia e instituciones.
+ VIDEO: el desconsolado llanto de la mamá de Joaquín:
La abuela de Joaquín dijo: "La violencia se está llevando la vida de muchos jóvenes y no quiero que haya otro Joaquín". A todos nos traspasó el corazón el inmenso dolor visibilizado de esa familia por una vida que quedó trunca. En silencio hay otra familia también destruida, aunque con consecuencias diferentes. Su hijo de 18 años está preso acusado de haber matado a Joaquin. Y aunque esté con vida y puedan abrazarlo ya nada tampoco será igual para ellos.
No debe haber padre que al ver salir a sus hijos no le implore que no se peleen con nadie. Pero hoy ya no alcanza con rogar que no les suceda algo. Si como familia, escuela, estado no somos capaces de iniciar un proceso con acciones y trascender al impacto que nos provoca la violencia urbana y el desconsuelo de la muerte, pronto estaremos lamentándonos por otro Joaquin. Y puede ser cualquiera de los nuestros.