“El patriotismo es el último refugio del canalla”, escribió Samuel Johnson. Aquella reflexión que el célebre ensayista inglés planteó en el siglo 18, tiene una vigencia que ha recorrido el tiempo hasta la actualidad. Siempre hubo canallas intentando escapar de sus problemas mediante un conflicto que le permita esconderse en el sentimiento patriótico. Entre los casos más groseros, Argentina ostenta el de Leopoldo Galtieri intentando ocultarse “tras un manto de neblina” cuando la indignación general contra la dictadura empezaba a ser incontenible.
Una jugada parecida a la “malvinización” que impuso aquel obtuso general argentino, intenta Nicolás Maduro con el litigio por el Esequibo. Esa región selvática y tan rica en minerales como la Cuenca del Orinoco, hoy está bajo control de la República Cooperativa de Guyana. Pero el jefe del régimen que impera en Venezuela intenta convertirlo en una cruzada patriótica, para que la sociedad deseosa de que concluya la calamitosa dictadura que llevó el país a la bancarrota, cierre filas en torno a su desgastado liderazgo.
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Son 159 mil kilómetros cuadrados que, además de poseer Omai, una de las más grandes minas de oro de la región, tiene en su plataforma marítima el Bloque Stabroek, con importantes reservas de petróleo.
Por cierto, una cuestión es el diferendo territorial en sí mismo, y otra cosa es la oportunidad elegida por Nicolás Maduro para convertir en conflicto una vieja disputa territorial que estaba olvidada.
Sobre el diferendo territorial, Venezuela tiene razones de peso para mantener el reclamo. Bajo el dominio español, Esequibo estaba dentro de la Capitanía General de Venezuela.
Cuando Gran Bretaña obtuvo esos territorios de manos de holandeses, empezó a planear su ampliación hacia el Oeste. Por eso corrieron la Línea Schomburgk, que era la frontera acordada a mediados del siglo 19 a través del trazado del explorador alemán Hermann Schomburgk, para delimitar los confines de Venezuela y de la Guayana Británica en la región del río Esequibo.
Fue Estados Unidos el país que denunció la jugarreta del Reino Unido, en el marco de su Doctrina Monroe (América para los Americanos).
En 1899, Londres obtuvo un fallo favorable en un arbitraje en París. Pero pronto se descubrió que mediaron sobornos y prebendas británicas para lograr aquella victoria geográfica.
En la década del sesenta, al retirarse los británicos, la flamante República Cooperativa de Guyana heredó el acuerdo inmediato anterior a la independencia, alcanzado por Caracas y Londres. Un acuerdo que sólo comprometía a las partes a buscar una solución negociada en el marco de las Naciones Unidas. Mientras tanto, el extenso y rico territorio quedaría bajo control de Guyana.
La presidencia de Hugo Chávez dejó el tema archivado y si ahora Nicolás Maduro saca el diferendo del limbo en el que se encontraba, es por dos razones ligadas entre sí: por un lado, el quebranto económico de Venezuela vuelve más necesario para el régimen hacerse de riquezas naturales y minerales como las que posee la región Esequibo. Y por otro lado, el quebranto político del chavismo hace que las elecciones que Maduro se vio obligado a aceptar el año que viene, puedan implicarle una derrota tan contundente frente a María Corina Machado que le resulte imposible disfrazarlo de victoria con un frade.
Los venezolanos parecen dispuestos a sacarse de encima el régimen residual chavista en la elección que Maduro se vio obligado a acordar con la oposición, bajo presión de Estados Unidos y la Unión Europea.
La necesidad de mantener suspendidas las sanciones norteamericanas indican que ni siquiera podría mantener la proscripción de María Corina Machado, además de Henrique Capriles y otras figuras opositoras. Por eso recurrió a la carta nacionalista y realizó este referéndum procurando obtener una votación favorable.
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Lo único comprobable sobre la consulta, es que no hubo colas en ningún centro de votación. Sería muy poca la gente que votó, aunque la forma en que se interrogaba a la sociedad permitiría generar como efecto ficcional que hubo muchos votos. En realidad, cada voto contenía cinco preguntas, por lo tanto a la hora de exhibir escrutino, la cifra podría ser presentada multiplicando por cinco cada sufragio.
Como fuere, apostar a un conflicto por el Esequibo es una jugada peligrosa. La apuesta “galteriana” a forzar a la sociedad a cerrar filas bajo su liderazgo, en un momento en que ese liderazgo se disuelve. Maduro es hoy el “canalla” que describió Johnson buscando refugio en el patriotismo.