Argentina tendrá este fin de semana una presencia y una ausencia notables. ¿Por qué quiso estar en la asunción de Javier Milei el presidente de Ucrania y por qué no quiso estar el presidente de Brasil?
Para Volodimir Zelenski, todo escenario internacional donde explicar la guerra que está librando su país contra Rusia, es inmensamente útil. Como Latinoamérica le venía resultando esquiva, la oportunidad de hacer pie por primera vez en la región fue la invitación a la asunción del nuevo presidente argentino.
En la región hay un eje abiertamente pro ruso: el de Venezuela, Nicaragua y Cuba. Encontrarse con el presidente de Brasil le ha resultado a Zelenski muy difícil. En la última cumbre del G-7, celebrada este año en Hiroshima, el presidente ucraniano intentó un encuentro con su par brasileño, pero éste lo eludió con reiteradas gambetas.
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Está claro que para Brasil, la relación con Rusia está marcada por la dependencia de los agro-negocios brasileños con los fertilizantes químicos que produce el gigante euroasiático.
Eso también influyó en el veto latinoamericano a la participación que solicitó Zelenski en la cumbre de la región con la Unión Europea (UE) que se realizó en julio. El presidente español Pedro Sánchez había invitado a Zelenski a hablar en ese foro, pero varios países latinoamericanos rechazaron que eso ocurra.
Por eso la invitación que recibió de Javier Milei le abrió una gran oportunidad. Para el nuevo gobierno argentino, tener ese gesto con el líder ucraniano es importante a acercarse a Joe Biden, ya que Milei siempre vociferó su admiración a Donald Trump y a Jair Bolsonaro, quienes a su vez han mostrado siempre admiración por el modelo político y de nacionalismo ultraconservador que representa el jefe del Kremlin.
En cuanto a la ausencia de Lula, era de esperar. En los pasillos del Palacio del Planalto se dice que el presidente de Brasil rechazó la invitación y envió al canciller Mauro Vieira, saltándose incluso a la segunda figura institucional del gobierno, que es el vicepresidente Geraldo Alckmin, porque espera que Milei le pida disculpas por haberlo llamado tantas veces “ladrón” y “comunista”.
No obstante, lo evidente es que el orden de las invitaciones enviadas a Brasil cerraría la puerta a la presencia de Lula. Aunque Diana Mondino intentó saldar el error viajando personalmente al país vecino para entregar la invitación para el jefe del Planalto, ya era tarde. Milei había invitado primero a Jair Bolsonaro y al hijo de ese ex presidente y líder ultraderechista: Flavio Bolsonaro.
Dada la importancia estratégica y económica del vínculo con Brasil, lo lógico hubiera sido que el primero en recibir esa invitación fuera el presidente del gigante sudamericano, y no quienes llevan años siendo sus más viscerales archienemigos.
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Bolsonaro tuvo que ver con el encarcelamiento de Lula, medida adoptada por el juez Sergio Moro que le allanó el camino hacia la presidencia. Por eso premió al magistrado de Curitiba entregándole un “súper-ministerio” conformado por las carteras de Justicia y de Seguridad. A eso se suman los bombardeos de insultos que todo el tiempo hicieron el entonces presidente y sus hijos contra el líder centroizquierdista encarcelado. Ataques que llegaron a la crueldad de presionar abierta y públicamente a la Justicia brasileña para que no otorgara al convicto Lula da Silva el permiso de salida que solicitó para asistir al funeral de Arthur, su nieto de siete años fallecido por meningitis.
Invitar a Jair y Flavio Bolsonaro antes que a Lula fue diplomáticamente erróneo y, en términos personales, un mensaje confuso hacia el actual presidente de Brasil, Lula da Silva. Por eso era de esperar que el mandatario de la principal potencia económica sudamericana rechazara, como hizo, la invitación a la asunción de Javier Milei.