Se presumía que iba a suceder y pasó.
Miles de jubilados desafían la cuarentena desde la madrugada en los bancos para poder cobrar ante un cajero humano los haberes que fueron depositados en marzo.
Están desde hace días sin cobrar, pasando horas completas al frío, sin aislamiento social posible.
La mayoría porque no tiene tarjeta de débito, lo que les permitiría retirar su plata mediante un cajero automático o en una caja del supermercado.
Hay muchos errores previos que explican esta situación.
El primero es que los actores responsables de bancarizar efectivamente a los adultos mayores hicieron poco para que eso pase.
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Acá aparecen los bancos y el Anses. No supieron o no quisieron hacer docencia con los mayores, explicarles una y otra vez cómo se hace la operación de extracción.
Hay 6,5 millones de jubilados nacionales y se estima que apenas la mitad usa terminal electrónica.
Podrían haber existido incentivos para quien lo hiciera, como premios, puntos o hasta un dinero adicional para quien se pasara completamente a la extracción por cajero.
Eso explica lo no hecho durante años antes de la cuarentena. Pero desde el 20 de marzo hasta hoy, los bancos estuvieron cerrados. Completamente cerrados.
Por eso, el cuello de botella: hay 6,5 millones de jubilados nacionales y se estima que apenas la mitad usa terminal electrónica.
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Mínimo, si no tuvieron ayuda de un tercero, son unas tres millones de personas en todo el país las que irán entre hoy y el miércoles a retirar su plata.
Por inacción del Banco Central, por extrema presión del gremio bancario, por relativización del problema. Todas son razones que explican la sinrazón de hoy: que los más vulnerables, los que no tienen que salir por ninguna circunstancia, estén haciendo horas de cola en la vereda para llevarse unos pesos.