En las últimas semanas, en Buenos Aires no había otro tema de conversación que una probable revancha entre Boca y River por Copa Libertadores. El sorteo de los octavos de final del torneo continental alimentó el morbo con miles de horas de transmisión y debate en los principales medios del país.
Tras el sorteo, ahora el debate “Boca-River” se corrió de un posible cruce en octavos a un probable choque en semifinales. Mientras eso sucede, la pelota sigue girando pero poco parece importarles a los especialistas.
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No es nuevo decir que Dios solo atiende en Buenos Aires. Para los nacidos en Capital Federal el país termina en la avenida General Paz y, al menos en el fútbol, solo interesa lo que sucede en su ciudad. Pero el fenómeno se profundizó en los últimos meses y la atención se fue centrando únicamente en los dos clubes más grandes de nuestro futbol.
El debate lo disparó el exjugador, ahora periodista, Diego Latorre, quien se preguntó el porqué de ese cambio.
Gran parte de la culpa la tenemos nosotros, los periodistas. En Buenos Aires es imposible pensar un programa deportivo sin que se cuente el día a día de River y Boca. El 80 por ciento del tiempo se lo dedican a ellos y el resto de los equipos deben conformarse con apenas unos segundos, si es que tienen suerte de ser mencionados.
En Argentina, nuestra profesión está muy degradada. De "periodistas deportivos" pasamos a ser "periodistas de fútbol", y en el último tiempo, a solo "periodistas de Boca o River". El periodismo militante, periodismo hincha o periodista vocero de los clubes, gana terreno en los medios y siempre vende más el blanco y el negro que los grises. Ahora nos dividimos entre xeneizes o millonarios y alimentamos la otra gran grieta de nuestro país.
Sea cual sea el resultado, River y Boca siempre ganarán la primera plana de los medios del país, principalmente en Buenos Aires. Un simple ejemplo es la eliminación de River en la Copa de la Superliga. Lógicamente, la tapa no se la llevaron los tucumanos.
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La brecha entre los grandes y los demás equipos se agranda día a día. Los poderosos reciben cada vez más recursos de la Superliga, la televisión y los sponsors, y la pelea con los demás equipos se hace muy despareja. Los periodistas no deberíamos contribuir a esa inequidad, sin embargo contribuimos a ello. El superclásico se transformó en un circo del que comemos todos. Los periodistas lo fogoneamos, los jugadores colaboran y la gente lo consume gustosa.
Mientras tanto, los demás clubes, sobre todo los del interior, solo deben conformarse con las migajas que dejan los poderosos del banquete que les preparan los periodistas. El delantero inglés Gary Lineker solía definir al futbol como el deporte donde jugaban once contra once y donde siempre ganaba Alemania. La frase del goleador del mundial de México 1986 podría adaptarse a nuestros días y decir que el fútbol argentino es el campeonato donde juegan Boca y River contra un montón de equipos que a muy pocos le importan.