"Tenemos miedo", "somos humanos", "no queremos contagiarnos", "prefiero perder la categoría antes que perder la vida" son algunas de las frases que escuchamos los últimos días de los futbolistas de nuestro país.
Los argumentos son válidos y hasta compartidos por todos. ¿Quien no tiene miedo de contagiarse de coronavirus? ¿Quién no teme por su salud y la de su familia? Sin embargo, no todos podemos parar y quedarnos en casa. Algunos tenemos que seguir trabajando.
La pelota debería seguir rodando. Pero no por ser un entretenimiento para la gente en tiempos difíciles. Habría que analizar detenidamente los riesgos de contagio y compararlos con los los millones de argentinos que tienen que seguir trabajando pese a la pandemia.
En épocas de crisis no hay que tomar decisiones individuales, hay que dejar que opinen los que saben.
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Y hace menos de una semana las autoridades sanitarias decidieron que el fútbol debía jugarse a puertas cerradas. Simplemente con eso, los especialistas aseguraban que se protegía a los jugadores y a las miles de personas que concurren a las canchas en distintas partes del país.
¿Es argumento suficiente para sentirse seguro? Para los jugadores no. Pero para apoyar la decisión del Gobierno habló nada menos que el jefe médico de AFA. Donato Villani salió al cruce del reclamo de los jugadores y dijo que, jugando en estadios vacíos, no había riesgo.
Para justificar su postura enumeró una serie de puntos para tranquilizar a los futbolistas: todavía no hay ningún jugador contagiado en el fútbol; son personas jóvenes y sanas; solo trabajan un par de horas por día; tienen médicos a su disposición; no usan transporte público y están en contacto con menos de 25 personas en su lugar de trabajo.
Y concluyó diciendo que reforzando la limpieza en el vestuario y concentrando en habitaciones individuales las posibilidades de contagio de coronavirus son casi nulas.
¿Acaso no están más expuestos los trabajadores de a pie? ¿Los comerciantes? ¿Los choferes? ¿La gente que toma un colectivo para ir a trabajar? ¿Qué le queda al tipo que se ve obligado a salir a trabajar porque si se queda en casa no tiene para comer?
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El miedo de cualquier persona es entendible, y el reclamo de los futbolistas debe ser escuchado.
Sin embargo estos argumentos pueden ser entendidos como una razón para continuar.
Entonces, ¿por qué el gobierno cedió ante ellos?, ¿por qué cambió de idea un par de días después?, ¿por qué paró el fútbol y no otras actividades más riesgosas?
La respuesta tal vez sea: porque los futbolistas tienen coronita.