La salida de Roberto Feletti es relevante por varios aspectos. Lo más significativo es que vendría a ser el primero en recoger el guante a aquel tibio empoderamiento de Martín Guzmán y Alberto Fernández, cuando hablaron de que gobernarán con los alineados y que quien no estuviera de acuerdo, que se vaya. Fue después de que Cristina en Chaco lo acusara de haber incumplido el contrato electoral.
Viene a ser, en definitiva, un gesto absolutamente sincero. Feletti venía pidiendo más retenciones (el trigo por caso, quería que pasara del 12 al 25%) y aunque cada 24 horas Alberto las incluye dentro del relato de lo posible, sus ministros (a su pedido) lo desmienten y dicen que esa idea en definitiva naufragará en el Congreso.
Acababan de poner su secretaría bajo la órbita de Martín Guzmán (estaba en el Ministerio de Producción) y entendió que ahí no tendría margen de hacer lo que él propone. Argumenta que “discrepancias sobre el sendero trazado y las herramientas seleccionadas” lo llevaron a irse.
Pero sobre lo que Feletti no dijo una palabra fue de su estrepitoso fracaso. Es más, no lo ve así.
En su carta, elogia el programa +Precios Cuidados, el Súper Cerca, los Cortes Cuidados de carne; la incorporación de cuatro frutas y verduras a precios promocionales, la renovación del Ahora 12 y el Fondo Estabilizador del Trigo Argentino. Asegura que esas herramientas “fueron pertinentes y necesarias”, pero que fue la guerra la que desbarató todo. No le dice guerra: “conflicto bélico” la llama, concesivo.
Insinúa incluso la necesidad de pensar en nuevos instrumentos para desacoplar el precio de los alimentos locales con los del mundo. Retenciones lee el mercado.
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Feletti aterrizó en Comercio hablando de la necesidad de darle una alegría a la gente: “Que la clase media pueda tomarse un vino, hacer un regalo el Día de la Madre”. Fue el germen del plan platita que hoy se paga con una inflación del 58% si se toman los 12 meses pasados, pero del 95% si se proyecta hacia fin de año. Pero al entender de la narrativa cristinista, la emisión no genera inflación.
Nada de lo que se hace o se deja de hacer tiene incidencia en los resultados económicos. Esta vez, es la guerra. Pero desde que Feletti asumió, en octubre pasado, los precios minoristas escalaron 31%: la mitad se produjo antes de la invasión rusa a Ucrania.
La guerra le viene a dar a Feletti la excusa perfecta para eludir el fracaso de sus medidas. Le tapa todo. Y el pase de la órbita de Martín Kulfas a la cartera de Guzmán, el puntapié para escribir el adiós.