Apenas llegás a la playa más codiciada de la famosa "Ruta del Sol" del Pacífico de Ecuador te cruzas con unos pibes divertidos y simpáticos.
La primera impresión del lugar, es muy fuerte. Aquí, parece reinar la felicidad. Eso sí, no se ven muchas familias. Abundan los jóvenes de entre 18 y 30 años. Todo pinta fantástico, es maravilloso, la playa interminable, mansa y de aguas cálidas. El clima es perfecto, nunca llueve, nunca hace frío, esto se parece, salvando las distancias, a Brasil. El atardecer de Montañita es bello e imponente. Pero esta no es toda la verdad.
Ya en la playa, te sorprende un fenómeno. Los vendedores ambulantes no son vecinos del lugar. Son pibes blancos de ojos claros con cuerpos trabajados. Las chicas son bonitas y atractivas y contrastan con los lugareños descendientes de los pueblos originarios del sur del continente.
Y son elllos los que te ofrecen dulces, comidas y tragos. Cuando hablan te das cuenta en seguida que son de Rosario, Buenos Aires, Córdoba o el litoral. Cada tanto, se acerca uno que habla francés, ruso, alemán o inglés, pero son los menos.
Los argentinos son famosos, porque venden como ningún otro. Se ganan la confianza de los dueños de los bares del pueblo que los contratan, porque recaudan buena plata.
Los nuestros saben cómo venderles a los turistas que llegan de todas partes del mundo con dólares y euros. Los pibes se quedan con buenas comisiones. Suficiente para pagar el hostel, la comida diaria y en una de esas hasta les queda para ahorrar y seguir de aventura por el continente, el sueño de la mayoría.
Hasta ahí todo perfecto, pero por la noche Montañita se transforma. Y esa es la verdad oculta de los viajes de aventura. Ya nadie habla del paisaje, del mar, ni de la belleza de lugar. Por la noche, llega el desenfreno y la diversión. La calle principal se ilumina y la fiesta no tiene fin. Carros que venden alcohol y otras mezclas. Boliches atestados de chicos que consumen de todo, sin control.
Y es ahí, cuando la villa de pescadores muestra su peor cara. Pasa en cuestión de minutos de ser playa paradisíaca a la Sodoma y Gomorra de Ecuador. Las drogas ganan territorio y en los ojos enrojecidos de muchos pibes se nota que algo no anda bien.
En la calle no hay policías, ni los habrá, no hay inspectores, ni los habrá. La noche es de los chicos y de los dueños de los boliches y los bares. Tierra liberada para la diversión y el descontrol. Todo vale en la noche de la bella Montañita. Y los que están allí lo disfrutan, porque es parte de la aventura.
Entonces, por la mañana no te sorprenda ver a los mismos pibes que antes sonreían, ahora desparramados en la calle. Ojo, como pasa acá, a la salida de los boliches, ni más, ni menos. Como pasa en muchas de las playas de Brasil o en la costa Argentina.
En fin, Montañita ya no es, ni será ese hermoso pueblo de pescadores tranquilo, que supo atraer a miles de chicos y chicas de todas partes del mundo. Montañita perdió la inocencia. Montañita es lo que es.
El crimen, la mafia, las drogas o la trata que busca pibas hermosas dijeron presente en el edén de la juventud. Por revancha, por locura por lo que sea ya no es más el lugar que supo ser. Aunque Ecuador diga que atrapó a los supuestos autores de la alevosa matanza de las turistas mendocinas, la playa más bonita se manchó con sangre joven y lamentablemente fue sangre argentina.
En Montañita hay serpientes y palomas y los pibes que se aventuran lo tienen que saber.