A los 11/12 años no había mayor placer que “estrenar” una Mafalda. Todas las noches, antes de dormir me esperaba una para leer. La colección estaba en la mesa de luz y de a poco la iba armando. Muy de a poco. En la lejana Río Gallegos, la ciudad donde vivía, no llegaba esa colección de Ediciones La Flor. Ningún kiosko de revistas la vendía. Así que tenía esperar un viaje a Córdoba o a Buenos Aires para comprarla y cuando finalmente tenía una nueva en mis manos, era una de las felicidades más grande que podía vivir. Y no exagero. Algunas las leía y las releía. Siempre descubría algo nuevo. Uno sentía plena identificación con esa niña: ¡no podía creer que le gustaran los Beatles y que odiara la sopa! Dos primeras coincidencias que hicieron que rápidamente nos hiciéramos amigas.
Hoy que nos deja Quino su papá, su creador, siento que me deja mi primer, gran y verdadero maestro. A través de su criatura, él me hacía pensar sobre cuestiones que ni la escuela planteaba: me enseñó a entender el mundo, así, fallado como es, me sacó las más sinceras sonrisas, risas y carcajadas. Viajaba con tanto placer cada noche a su barrio, con el Guille, Libertad, Manolito, Felipe, Susanita, el Citroën, su papá, su mamá y en ese mundo tan pequeño pero tan grande al mismo tiempo que era todo lo que una niña quería encontrar.
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Hoy me llena de ternura recordar que el más original “agravio verbal” se lo robé a Manolito cuando en vez de decir “Pichiruchi” (por “consejo” de Susanita) le salió “Machu Pichu”. O cuando tu pelo está indomable y la citás a Mafalda: “No estoy despeinada es que mis cabellos tienen libertad de expresión”. Inigualable. Libertad, me llevó a investigar sobre el socialismo. Y por supuesto cuando una chica decía que quería casarse y tener muchos hijitos, era muy “Susanita”.
En mi mejor amiga de la infancia encontraba amistad, amor de hermana, dolor, alegrías, reflexiones existenciales y un globo terráqueo que intentaba mejorarlo con carteles, cremas de belleza, pensamientos. Quino logró darles las pinceladas justas a su criatura: Mafalda es (en presente) sensible, contestataria, defensora de los derechos humanos, cuestionadora, crítica, y sobre todo, universal.
Joaquín Salvador Lavado Tejón logró la ecuación más difícil en el campo del arte: masividad, popularidad y calidad. Por eso en este día tan triste, me pregunto: si todos leímos y elogiamos su hermosa creación y su manera de ser, ¿por qué no seremos un poco como ella? ¿O será tal vez que la leímos pero no la entendimos? ¿O que el mundo es demasiado egoísta e injusto para seres como Mafalda?
En una entrevista de 2014 le preguntaron a Quino cómo le gustaría que lo recuerden, su respuesta fue: “Como alguien que hizo pensar a la gente en las cosas que pasan. Y a ver si las mejoramos".
Por ahora, Quino, te pedimos disculpas por fallarte.
Mientras tanto, una cosa es segura: desde acá seguiremos sembrando el amor por tu bella criatura.
Hasta siempre maestro.