¿Cuántas personas serían capaces de admitir que su hijo no es una buena persona? Es prácticamente inconcebible. Un hijo, sangre de nuestra sangre, alguien a quien le dimos de comer o mamar, que le enseñamos a hablar, a caminar, a andar por la vida, no puede ser malo. Si aceptáramos eso, de algún modo estaríamos aceptando una parte importante de culpa. Y nadie quiere ser culpable de la maldad humana.
La psicología viene explicando este fenómeno, llamado negación, desde hace varias décadas. Negar es un mecanismo de defensa de las personas que creen estar en algún tipo de peligro si no niegan. Aceptar algo, generalmente significa enfrentarse con uno mismo.
Los cuadernos de Centeno parecer ser otro ejemplo de negación. Para muchos partidarios, simpatizantes y fanáticos de Cristina Kirchner, es una invención de la derecha para lanzar otra cortina de humo que evite a la ciudadanía fijar sus ojos, por ejemplo, en la inflación. Centeno sería un agente de inteligencia y los escritores de ese cuaderno profesionales de la mentira, una fantástica maniobra del establishment para confundir al pueblo.
Para que eso sucediera, deberían ponerse de acuerdo decenas y hasta cientos de personas que no se conocen entre sí. Es posible, pero no tanto como la explicación más sencilla: había un grupo de gente que robaba dinero del estado para uso personal y de campaña política.
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Por otra parte, el encarcelamiento de varios directivos de empresas grandes y muy importantes en el país más que alegrar ha puesto nervioso al llamado “establishment”. La razón es bien simple, si la justicia decidiera profundizar de una vez por todas terminarían tras las rejas muchos de ellos, tal como ha ocurrido en Brasil.
Es cierto que hoy no puede asegurarse que el contenido de los cuadernos sea rigurosamente cierto, porque para ello hay una investigación judicial en marcha, pero la verosimilitud de esos escritos ya se ha probado, a tal punto que le permitieron al juez librar cerca de veinte órdenes de captura.
La negación del hecho a la que recurre parte de la parcialidad política argentina es similar a la de un padre que niega que su hijo sea un delincuente, o de un hijo que niega que su padre lo sea. Ya se ha visto en otras dos causas. Nisman, la primera. Decenas de pericias y peritos dictaminaron a Nisman lo asesinaron. Distintas instancias de la justicia lo corroboraron y una aplicación básica del sentido común diría lo mismo. Un fiscal denunció una maniobra del Estado para consagrar la impunidad de los asesinos de la AMIA, y a horas de su presentación formal ante el Parlamento por este tema, aparece muerto en circunstancias confusas.
Sin embargo, para muchos admitir el crimen implicaría enfrentarse con uno mismo, es decir con gente e ideas a las que defienden hasta con fanatismo en algunos casos. Por eso niegan. Aunque la negación les impide advertir que no hay conclusiones certeras sobre quiénes son los asesinos. En el terreno de las hipótesis podría ser el poder del Estado, gente más papista que el Papa que mató en nombre del Estado o la inteligencia iraní que operó con el visto bueno, o la vista gorda, de las fuerzas de seguridad argentinas.
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Lo ocurrido en el caso Maldonado es aún más evidente. Entre los casi treinta peritos que tomaron parte de la autopsia, estaban los especialistas nombrados por la familia de Santiago y por los organismos de derechos humanos denunciantes. Todos coincidieron en que el cuerpo no tenía signo alguno de violencia externa y que los microorganismos encontrados en su interior eran compatible con un ahogamiento. Pero como durante un mes se había afirmado que era una desaparición forzada operada por la Gendarmería, resultaba más fácil negar lo que científicamente se había probado, que admitir que durante un buen tiempo se estuvieron lanzando al ruedo versiones disparatadas y hasta mentiras lisas y llanas.
Conozco gente, con la que comparto análisis sobre la realidad que nos toca, que concede que a Nisman lo asesinaron, que a Maldonado no lo ahogó nadie y que los cuadernos pueden ser otra muestra de la corrupción durante los gobiernos de Néstor y Cristina, y sin embargo se siguen manifestando kirchneristas. Entienden que hay beneficios sociales que se consiguieron gracias a su enfoque ideológico del país. Entienden que el kirchnerismo puso en valor al Estado por sobre las corporaciones privadas y que durante su gestión se instituyeron derechos civiles que antes no existían. Entienden que estos logros son más importantes que los males que se les atribuyen. Pero no niegan.
Los hechos están ahí, casi transparentes. Cada uno le dará el valor que quiera, pero su existencia no se presta a interpretaciones.
Esta columna fue publicada en el programa Córdoba al Cuadrado de Radio Suquía – FM 96.5 – Córdoba – Argentina.