Paso mucho por el Puente 15 para tomar la circunvalación. Entre el puente y el control policial que está en la rotonda del IPEF hay otra rotonda. Siempre me llama la atención los autos que al salir del puente retoman esa rotonda y vuelven para Urca. Qué hacen.
Evaden el control. Se asustan y se vuelven por donde venían. Capaz son pares un día impar, capaz son novios en fuga, capaz traen un termo para tomar mate o van a la casa en la que no viven o capaz son delincuentes. Pero evaden. Se les acelera el corazón y escapan.
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En eso pensaba hoy cuando fui conociendo de la muerte de Blas Correas y leyendo los comentarios que dicen "los policías no son adivinos, después los critican porque no hacen nada".
La Policía tiene o debería tener sobradas herramientas para actuar en estos casos. Muchas las incorporaron (o deberían haberlas incorporado) con el caso Amaya, un chico que mataron en un control en Carlos Paz.
Blas y sus amigos anoche se toparon con dos que no tenían esas herramientas pero si un par de 9 mm. Los chicos como Blas no son adivinos. Yo tampoco. La justificación de la bala por evadir el control me asustó. De ampliarla, además del barbijo debería usar chaleco antibalas siguiendo esa lógica.
Después el rápido procedimiento, las pericias exprés, el arma que encuentran porque un alguien llamó para avisar que de un auto que nadie perseguía tiraron una bolsa y oh casualidad, ahí había un chumbo vetusto. La Policía está para cuidarnos, no para cuidarse.
Cuando empezó todo esto de la cuarentena me asustó ese espíritu de delación que avanzó más rápido que el virus. Hoy, NNN días después, me espanta y me desordena las ideas y las libertades ese afán violento contra la vida del otro.