Durante la pandemia, la Agencia Córdoba Cultura, al igual que distintos sectores e instituciones, se vio envuelta en numerosos desafíos para mantener viva la cultura pese al contexto de encierro por el que atravesaba el mundo. Durante este tiempo, uno de esos desafíos se relacionaba a la creación y reacondicionamiento de algunos espacios culturales de la ciudad.
El Museo del Cuarteto fue recientemente inaugurado con una propuesta interesante ya que su fortaleza radica en la tecnología implementada en este espacio la cual permite generar contenido virtual que, por ejemplo, puede migrar a redes sociales fácilmente; esto genera uno de sus principales atractivos: el de ser un museo tanto “presencial” como “virtual”. Otro de los desafíos fue la adaptación del Centro Cultural Córdoba a las necesidades epidemiológicas para convertirse en centro de testeos y su posterior reinauguración al público. Así, la nueva sala de exposiciones del Paseo del Buen Pastor se convirtió en un nuevo objetivo cumplido: reacondicionar este espacio para ofrecer una sala con mayor superficie dedicada al arte y las condiciones óptimas para recibirlo.
El denominador común de estos tres desafíos es la adaptación del Museo del Cuarteto, del Centro Cultural Córdoba y de la sala de exposiciones del Buen Pastor a los estándares internacionales de exhibiciones de obras de arte. Para ello fueron necesarias obras de renovación, iluminación y climatización que se llevaron a cabo en un gran esfuerzo de la provincia.
Integrar la ciudad al arte
Si bien la hermeticidad es uno de los principales mandatos de los museos, durante el tiempo de pandemia el arte, como la gente, se quedó en su casa. Esta idea sirvió como disparador para pensar nuevamente un espacio que se encuentra ubicado en un punto neurálgico de la ciudad y del cual los vecinos y visitantes ya se han apropiado.
El gran ventanal de la sala de exposiciones que asoma hacia la intersección de las calles San Lorenzo e Independencia, a través del cual pueden mirar quienes se juntan a disfrutar de un encuentro o mirar el show de aguas danzantes, debía ser aprovechado para que, desde la vereda, pudieran verse las obras exhibidas; del mismo modo el centro de la ciudad de Córdoba también se integraría a las exposiciones ofrecidas cuando el público lo visitara por dentro.
Nueva sala con estándares internacionales
Para poder concretar esta posibilidad de integrar la ciudad a la sala de arte y viceversa, era necesario que la pared de la sala que da hacia la Av. Hipólito Irigoyen, donde se ubican las características ventanas de la fachada del Paseo del Buen Pastor, tuviera la posibilidad de ser utilizada en toda su superficie desde el interior para poder colgar y colocar allí las obras de arte. Para ello se realizó una obra reversible (que no conlleva ninguna modificación patrimonial ni de fachada) de piel de durlock mediante la cual se ganaron más de 30 metros lineales para exposición.
Además, se realizaron obras de infraestructura, luz y climatización para adaptarse a los estándares internacionales de exhibición de arte al mismo tiempo que se genera la sensación de limpieza y pureza en el ambiente ya que todas las conexiones eléctricas y tecnológicas han sido reubicadas por dentro de la misma piel de durlock.
De esta manera, la planta baja se presenta como un gran ambiente para aprovechar con su hall de recepción reubicado en la entrada y separado del espacio de la sala principal; en la parte superior también quedaron habilitadas otras dos salas más. Además se colocó un muro de 9 x 8 metros para cortar la contaminación visual que generaba la visión hacia afuera con lo que se ganó una altura del espacio de 6 metros. Así, la única vía que conecta la sala con el exterior es el enorme ventanal que resultó la idea disparadora para la modificación de la sala.
Proyectos de sitio específico y muestras
La estructura prexistente del lugar presentaba algunas limitaciones para la refuncionalización del espacio que fueron utilizadas a favor del arte. La nueva sala de exposiciones del Paseo del Buen Pastor se convirtió en un lugar ideal, sobre todo por la altura que ofrece (en los estándares internacionales de exhibición de obras de arte la altura mínima es de 4,5 metros y esta nueva sala tiene 6), para los proyectos de sitio específico.
Muchas instituciones del mundo funcionan tal como se propone hacerlo esta sala: los artistas visitan el lugar y proponen proyectos y muestras en función del espacio. Así como se piensan los proyectos para los pabellones de la Bienal en Venecia, la nueva sala de exposiciones del Paseo del Buen Pastor es una lugar ideal para generar arte a partir de la estructura.
Artistas locales y artistas invitados serán los protagonistas de este nuevo lugar de exposiciones que también guardará un lugar para exhibir las colecciones de la provincia. A su vez, la nueva sala dialogará con los diferentes museos de la ciudad y, en algunas oportunidades, oficiará como una posible conexión conceptual o articulación con muestras ubicadas en otros espacios culturales.
Marcos Acosta estrena la sala
Afuera el viento, adentro el mundo es el nombre de la exposición del artista cordobés Marcos Acosta quien inaugura las exhibiciones en esta nueva sala. La periodista especializada en artes visuales María Paula Zacharías, sostiene sobre esta muestra: “Dos grandes obras monumentales son los extremos de los trabajos recientes que reúne esta exposición en la renovada sala del Paseo del Buen Pastor: un paisaje, Reserva natural (2009), y una urbe, Panorama (2015), que cierra la serie Todas las ciudades (2012-2016) y culmina en sus escenas naturales de los últimos cinco años. La ciudad también es para él un entorno natural. Si pensamos que un hormiguero es naturaleza, ¿por qué no lo sería lo que construimos nosotros?, pregunta el artista.
La dualidad entre geometría y organicidad no existe. Las líneas y los planos que introduce Acosta parecen una intromisión, una huella del recorrido de un hombre (o de la mano de un creador). No lo son: no hay diferencia entre lo artificial y lo dado. La dualidad es una ilusión. Somos un fragmento del todo. El arte permite salir del plano físico: celebra una esencia. Cada vez que sostiene un pincel, lo carga de color y se acerca a una tela, Acosta se aventura en un misterio fascinante, no importa si decide hacerlo de manera realista o si suelta el trazo. Al retratar el mundo, se encuentra a sí mismo. Afuera está el viento que ama sentir en su cara. Cuando entra al taller, ese cubo en medio del verde de Río Ceballos o aquel galpón de ciudad, adentro suyo habita el universo entero. Al pintar, la vastedad más infinita hace eco en todo lo ancho de su alma”.