Pagó 50 mil dólares. O por lo menos eso ya forma parte de los mitos sobre la detención Ibar Pérez Corradi en Foz do Iguazú. Hace cuatro años cuando huyó de la justicia y buscó una nueva identidad, tuvo que borrar su pasado. Y lo cumplió con creces. Además de cambiar su aspecto físico, su nombre y su historia, se hizo borrar las huellas dactilares para que nadie pueda identificarlo.
Es el dato más curioso que se ha conocido hasta el momento. Según confirmó la ministra de Seguridad argentina, Patricia Bullrich, “no hay verificación dactilar”. Una foto compartida poco después de su detención, muestra las lesiones en sus dedos.
Hay dos procesos posibles. Según los expertos para borrar definitivamente las huellas dactilares pueden utilizarse un proceso químico, físico o ambos combinados. En cualquiera de sus formas se trata de una dermoabrasión sobre la piel que lastima y borra cualquier característica de la piel. Lo que aún no se sabe es si se lo hizo él mismo o pagó para que se lo hagan.
¿Y ahora? Sin huellas dactilares, la confirmación de la identidad puede hacerse a través de un análisis de ADN con un resultado del 99 por ciento de exactitud. Aunque también se puede comprobar su identidad a través de lo que se denomina como odontología forense. También pueden servir tatuajes, cicatrices o marcas personales de la persona.