En Córdoba todo se hace lento y a medias, cuando se hace. Eso no es demasiada novedad para los que habitamos esta ciudad.
Por eso, está lejos de la sorpresa que el debate político-institucional pase por estas horas por un tema que fue planteado ya hace apenas 25 años: la descentralización de la megaurbe con la transferencia de servicios a los CPC y la elección por voto popular de sus autoridades.
Lo pensó la gestión de Rubén Martí cuando creó en distintos barrios los Centros de Participación Comunal y se debatió en la Carta Orgánica de la ciudad, en la Convención de 1995.
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Pero en la ciudad en la que no andan los semáforos, las calles están llenas de basura y encontrar tres cuadras seguidas iluminadas es una odisea, no sorprende que las discusiones lleguen tan lento. Tan lento como el intendente que anunció el envío al Concejo de un proyecto de enmienda de la Carta Orgánica después de una propuesta opositora y cuando ya hay iniciativas presentadas al respecto.
Ramón Mestre no encontró eco ni su bloque de concejales, donde algunos de sus integrantes le respondieron que más que una enmienda hay que hacer una reforma integral de la Carta Orgánica para discutir elección de concejales por seccional, fin de la garantía de mayoría automática para el que gana, ampliación de la obligatoriedad de declaraciones juradas a empleados que manejen recursos públicos o con responsabilidades de fiscalización y control, garantías para no cambiar las ordenanzas de uso de suelo a cada rato, entre otras cuestiones.
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La descentralización política y de funciones parece ser una idea interesante en la ciudad que tiene el ejido urbano más extendido del país. Suena descabellado que para limpiar la plaza de Yofre Norte salga una cuadrilla del Parque Sarmiento. Que para cambiar un foquito en Villa Revol, el camión parta de barrio Observatorio.
La elección directa del responsable del CPC puede ser un paso para un mayor involucramiento del funcionario en las decisiones barriales y la decisión de asignación de recursos en función de las necesidades de la zona.
No obstante, y a tono con lo expresado respecto a que buenas ideas demoran tanto en concretarse que terminan abortadas, no es descabellado preguntarse si en lugar de tener problemas con un intendente lo vamos a pasar a tener con 13 “mini-intendentes” y uno por encima de todos ellos.
Porque es conveniente recordar que de los últimos intendentes que los cordobeses se acuerdan bien, están muertos.