O sus cambios de opinión son cada vez más repentinos, o cuando dijo que se tomaría dos semanas para decidir si atacar o no a Irán estaba engañando al régimen iraní para agarrarlo con la guardia baja. El hecho es que Donald Trump anunció un tiempo pero actuó en otro, cuando todavía el mundo hablaba de esas “dos semanas” que precederían al ataque norteamericano.
Es una vieja estrategia. Al fin de cuentas, como dijo Esquilo en la antigua Grecia y repitió a principios del siglo 20 el senador norteamericano Hiram Johnson: en la guerra la primera víctima es la verdad.
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En 1973, el líder egipcio Anuar el Sadat logró engañar al gobierno israelí a través de un doble agente que le dijo al Mossad que Egipto recién atacaría a Israel cuando reciba los cazabombarderos Mig-23 que la Unión Soviética le enviaría. Los servicios de inteligencia quedaron atentos a la salida de portaviones soviéticos llevando esos aviones de combate, convencidos de que, antes de que lleguen a Egipto, Anuar el Sadat no ordenaría el ataque al que se plegaría de inmediato el ejército sirio. Por eso la guerra de 1973 tomó por sorpresa al gobierno de Golda Meir y puso en problemas al ejército israelí, hasta que un puente aéreo norteamericano revirtió en su favor el conflicto.
Aparentemente, anunciar un lapso de tiempo un par de días antes de incumplirlo habría colaborado con el éxito de la misión. Pero de ahora en más, lo que diga Trump carecerá de credibilidad. Fueron dos veces seguidas que el presidente norteamericano revierte instantáneamente sus palabras. Primero se ofreció a Irán como “una puerta de negociación” y un puñado de horas después tuiteó que esperaba la “rendición incondicional” de la teocracia chiita. Su oferta no había sido rechazada cuando él la modificó.
Ahora queda ver qué tanto se ajustan a la realidad las palabras de Alí Jamenei, cabeza envejecida de un régimen lunático que también usa las palabras casi exclusivamente para engañar. En el caso de que los bombarderos furtivos B2 hayan destruido con sus bombas perforadoras las instalaciones subterráneas de enriquecimiento de uranio, tal como afirma Trump, el tema está en que Fardaw y Natanz sean verdaderamente los únicos sitios donde funcionan las centrifugadoras. Eso es lo que le aseguró el régimen iraní a Rafael Grossi y la OIEA, o sea, al mundo que le exigía cumplir con el tratado de no proliferación nuclear. Pero no sería la primera vez que, sobre su programa nuclear, oculta información crucial.
El régimen dice que ya había sacado de las instalaciones atacadas todo el uranio enriquecido, lo que no habría evitado que las bombas GBU-75 destruyeran las centrifugadoras, imposibilitando que siguieran enriqueciendo ese elemento químico metálico. Una limitación que Irán superaría si dispone de otras instalaciones de enriquecimiento de uranio que no hayan sido declaradas y se ignore donde se encuentran.
Todo es posible en esta guerra. También que Irán realice un ataque nuclear sobre Israel, aunque aún no pueda producirlas en su territorio. ¿Cómo podría Irán atacar con bombas atómicas si no las ha producido aún? Porque podría recibirlas con sus lanzaderas tanto de Corea del Norte como de Pakistán.
Aunque también es posible que el ataque norteamericano sobre Isfahan, Natanz y Fodrow haya sido un golpe demoledor y al régimen no le quede más alternativa que buscar una negociación. ¿Puede hacerlo sin mostrarse totalmente derrotado, lo cual lo resquebrajaría y debilitaría ante el frente interno? En otra oportunidad, ya simuló una respuesta a Estados Unidos que no fue tal. Cuando un misil norteamericano desintegró al general Qassem Soleimani en Bagdad, el régimen juró que Washington pagaría por ese crimen que sería inexorablemente respondido. La respuesta fue un ataque a una base norteamericana en Irak que, antes de ser realizado, fue anunciado a los norteamericanos para que pongan al personal y al armamento al resguardo. O sea, fue un ataque más simbólico que real.
Nada se puede descartar en esta guerra infernal. Ni que el régimen se desmorone, que el ayatola Jamenei sea eliminado, que la estructura de poder se quiebre y la teocracia colapse, ni que tenga vastos arsenales secretos repletos de misiles balísticos y pueda mantenerse en guerra mucho más tiempo del que Netanyahu y Trump pueden soportar sin debilitarse políticamente.