Está a la vista de todos, su naturaleza es obvia y no hay forma de describirlo de otro modo que no sea con la palabra “dictadura”. Pero el ex canciller argentino no pudo decirlo. Según Jorge Taiana, el régimen que impera en Venezuela es una “democracia con fallas”.
Hugo Chávez había creado un mayoritarismo de corte autoritario, porque ponía a la oposición en una suerte de “no lugar” institucional y porque cuando perdió un referéndum, si bien aceptó el resultado no tardó en repetir la votación movilizando todas las fuerzas del Estado y recurriendo al asistencialismo extremo y al control de los votantes, logró revertir aquella derrota.
Fue en el 2007 cuando refrendó la modificación de 69 artículos de la Constitución de 1999, para convertir a Venezuela en un Estado socialista. Si un referéndum se pierde, no puede repetirse poco tiempo después. Es una falta de ética y un exceso de arbitrariedad.
Chávez lo hizo sin ruborizarse y ese fue el comienzo de una cadena de arbitrariedades. Pero era indudable que lo apoyaba la mayoría de los venezolanos. Su heredero en el trono, Nicolás Maduro, no tardó en perder ese respaldo mayoritario. Por eso el régimen mayoritarista construido por Chávez, devino en dictadura lisa y llana.
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Cuando el PSUV perdió una elección legislativa y la oposición controló la mayoría de las bancas en la Asamblea Nacional, Maduro hizo aplicar una suerte de vasectomía institucional por la cual ese congreso siguió funcionando y los diputados siguieron ocupando sus bancas y cobrando sus sueldos, pero las leyes que aprobaban jamás entraban en vigencia. Y cuando Maduro perdió una elección presidencial, sencillamente anunció que había ganado y jamás mostró las actas ni los resultados desglosados ni nada.
Fue el fraude más grotesco que registre la historia latinoamericana, que es una historia plagada de fraudes grotescos. Pero Jorge Taiana dice que no es una dictadura sino una “democracia con fallas”. Las fallas a las que hace referencia el actual candidato a diputado kirchnerista explicarían las centenares de muertes de manifestantes que fueron criminalmente reprimidos por reclamar democracia. También explicarían las desapariciones de disidentes, los tormentos que aplican de manera sistemática en siniestros centros de tortura como el Helicoide, y las prisiones militares como Ramo Verde colmadas de presos políticos.
Que Taiana enfrente en las urnas a un oficialismo plagado de personajes impresentables que responden a un liderazgo cuya violencia verbal y gestual es un rasgo de la cultura autoritaria que encarnan, no le quita gravedad a la imposibilidad que encuentra Taiana para llamar dictadura a una evidente dictadura.

Del mismo modo que el esperpéntico y facineroso régimen de Maduro no justifica crímenes como bombardear embarcaciones sospechosas de narcotráfico, hundiéndolas y matando a sus tripulantes, como hace Donald Trump frente a las cosas caribeñas de Venezuela.
Si en lugar de perseguir, capturar y requisar esas embarcaciones sospechosas, Trump las bombardea con fuego letal, lo que hace es cometer un crimen, aunque en Caracas impere una narco-dictadura calamitosa. Los evidentes crímenes de Maduro no restan criminalidad a los ataques norteamericanos en el Mar Caribe.
Pero en el caso de Taiana, un hombre inteligente al que le tocó como canciller tratar con quien era el canciller de Chávez, precisamente Nicolás Maduro, su dificultad para llamar al “pan pan y al vino vino” en el caso del chavismo residual, echa sobre él una sombra de sospecha.
El presidente chileno es de izquierda, sin embargo desde que llegó a la presidencia no tuvo ninguna limitación para denunciar que en Venezuela haya presos políticos, desaparecidos, persecución, censura, centros clandestinos de detención y tortura. Y en estos días, cuando Taiana balbuceo que Venezuela “no hay dictadura sino una democracia con fallas”, Gabriel Boric volvió a arremeter contra el régimen de Maduro llamándolo dictador.

¿Por qué Boric puede decir lo que es evidente pero no pueden decir Evo Morales, Luis Arce, Cristina Kirchner, Rafael Correa y algunos otros? Probablemente, porque Boric nunca recibió petrodólares de PDVSA para financiar campañas o para llenar bolsillos a cambio de venerar a Chávez y considerarlo un líder a escala latinoamericana.
Todo lo que los petrodólares de PDVSA financiaron más allá de las fronteras Venezolana para financiar la construcción del liderazgo de Chávez a escala latinoamericana, queda en silencio o balbucea calificaciones absurdas para describir lo que describe una palabra clara y contundente: “Dictadura”.
El presidente chileno es de los pocos en las izquierdas de las últimas décadas a quienes no contaminó el torrente de dinero comprando lealtades, complicidades y silencios.