Debería estar contento, supongo, porque por apenas cuatro días no quedé encerrado en Italia a causa de esta pandemia. No sé cómo serían las cosas ahora. Aunque evité viajar a las zonas rojas que había la semana pasada, la situación fue cambiando con velocidad y de estar a salvo en Roma, pasamos a integrar con mi familia el lote de los viajeros sospechosos.
Por suerte, tanto mi esposa como mis hijos y yo nos sentimos bien. Nos preguntamos cada mañana, como rutina, pero también con algo de temor, si apareció algún síntoma o si alguno tiene un dolor extraño. Y cada tanto nos tomamos la fiebre. Si alguno tomando mate tose porque pasó algo de yerba por la bombilla, nos alarmamos. Cualquier cosa que ocurre se transforma en sospechosa, y a la vez nos decimos que no hay que actuar como hipocondríacos.
Pero en definitiva, el temor que tenemos no es por nosotros, sino por los cuatro abuelos a los que vimos fugazmente poco después de nuestra llegada. Hasta ahora ellos, que claramente son el sector de la población con más riesgo, tampoco han mostrado síntomas.
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Nos preguntamos si hicimos bien en verlos. Pero las cosas eran distintas hace apenas unos días: el avión hizo escala en Madrid, y nadie nos tomó la temperatura ni nada. Apenas nos dieron un papel, un volante, en la puerta del avión. Y después llegamos a Ezeiza, y lo mismo. A través del altoparlante, la azafata de Iberia pidió que los pasajeros le avisaran a la tripulación si tenían fiebre y algún otro síntoma. Nada más. Ni declaración jurada ni nada.
Demasiado poco para la aerolínea de un país que ya tenía decenas de casos en su capital.
Ahora la realidad está mutando nuevamente. Porque hasta el momento estábamos en una especie de aislamiento voluntario, sugerido, por decisión y responsabilidad propia por haber viajado a uno de los países más afectados. El viernes el Canal me había pedido que, por las dudas, trabajara desde casa.
Con las nuevas medidas, en cambio, cometeremos un delito si abandonamos nuestra casa. Difícil saber si está bien o si es una medida responsable o exagerada. ¿No puedo salir de mi casa a correr o a pasear el perro aunque no tenga contacto con nada ni con nadie?
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Ahora necesitamos pensar en conseguir comida, leches y alguna otra cosa sin salir de casa y molestando lo menos posible a amigos o familiares. Y a la vez trabajar desde casa o estudiar las clases de la facultad a las que no se puede asistir. Y seguir tachando los días que faltan para poder salir y estar algo más tranquilos.
Solo un poco más tranquilos, porque mientras escribo la casa se está llenando de mosquitos, y creo que son de los que transmiten el dengue...