Comenzó con Generación Zoe hace un par de semanas, pero continuó con estrategias de estafas parecidas que ahora investiga la Justicia. Se presume que se cometieron diversos delitos, tales como estafas por incumplimientos en el pago de intereses y de capital a los inversores, intermediación financiera no autorizada, lavado de activos y evasión tributaria, entre otros.
El mecanismo es similar en todos los casos: ganar mucha plata en poco tiempo. Los intereses prometidos van desde el 7,5% mensual en dólares, que ofrecía Generación Zoe hasta el 20% si se llevaban dos o más “referidos”, es decir, clientes dispuestos a aportar sus fondos al esquema. Otras organizaciones, en pesos, prometían el 15 al 20% mensual.
Ahora, prófugo de la Justicia, Leonado Cositorto, el líder de Generación Zoe, anunció que está reestructurando esa empresa, que ahora opera desde la plataforma Sunrise Coach y que allí, quien quiera, puede invertir hasta US$3600 con un rendimiento mensual del 7,5%, el mismo que otorgaba Zoe. Y si la persona quiere, puede “derivar” el ahorro puesto en Zoe a este nuevo negocio.
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Primer capítulo de educación financiera: de las grandes promesas, hasta el santo desconfía. Grandes ganancias, que las hay cada tanto en el mercado de valores (acciones de compañías específicas, determinados títulos de deuda, “algún tapado” que descubre algo) son extremadamente volátiles y no aptas para cardíacos: así como llegan, se van. De todos modos, quien invierte en esos activos sabe que el riesgo es extremo.
Las inversiones de renta asegurada, o renta fija, al prometer un determinado interés de antemano, son conservadoras y modesas. Lo más conservador que hoy existe en la Argentina es el plazo fijo en pesos: paga 41,5% al año y si capitalizás los intereses (es decir, no sacás nunca nada en un año) obtenés el 50,4% anual.
Por un plazo fijo en dólares a un año los bancos pagan hoy el 0,7%. Algo raro tiene que haber para que una organización garantice retornos 10 o 20 veces superiores.
Lo segundo que hay que saber es que los bancos están obligados a pagar un seguro que hoy garantiza la devolución de 1,5 millón de pesos a cada ahorrista, sumando todas sus cuentas. Lo administra una empresa que se llama Sedesa, a la que todos los bancos le aportan el 0,015% de su promedio mensual de saldos diarios, según establece la Ley de Entidades Financieras.
Existe una tasa de referencia que actúa como tope: si un banco paga más, la garantía no corre. Es que si un banco paga demasiado de más, es señal de que está en problemas.
Lo tercero a saber es que en estas organizaciones no existe la documentación que prueba que el ahorrista dejó tanta cantidad de dinero ni a cambio de qué. Está todo en el limbo, ilegal, sin forma de acreditar nada. Es probable que quien deje su plata ahí tampoco pueda justificarla, pero mucha gente sí.
Es más, muchos vendieron su mínimo capital –la moto, el auto o hasta la casa- tentados por el rendimiento fácil y hoy se les complica reclamarlo. Ningún banco en el mundo puede devolver el 100% de los ahorros a sus dueños al mismo tiempo, pero como deben “encajar” una parte de los depósitos sin prestarlos, sí pueden devolver a un porción importante de ahorristas sin sobresaltos.
Tampoco existe en estas oganizaciones un ente regulador, como el Banco Central o la Comisión Nacional de Valores, que intervienen en el sistema financiero argentino. O sea, hay que ir a llorar al campito.
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El cuarto punto hay que mirarlo en el contexto, en el relato adicional, en la liturgia que suele rodear a estas organizaciones, que encaran un discurso religioso y hasta sectario, acudiendo a herramientas de autoayuda o de coaching ontológico.
Se apoyan también en furores reales, como el de las criptomonedas, de las que todo el mundo habla y nadie entiende. Cositorto decía que había comprado una mina de oro en Jujuy para respaldar criptos. Y después arman el circo: le cumplen al inversor uno, dos, tres meses. Ahuyentan el miedo. Después, promocionan algunos casos testigos de rendimientos espectaculares y continuados. Escalan en confianza. Y luego ajustan el discurso según a quién le hablen: a quien trabaja muchas horas por poca plata le prometen mucha plata en poco tiempo. A los sectores medios altos, la posibilidad de “codearse con”. Los desafíos aspiracionales son claves.
Y después construyen lazos de afectos, de comunidad. Logran contraponer un “nosotros” a un “ellos”, donde lo de afuera se vea como una amenaza y automáticamente quede desacreditado. Queda el campo orégano entonces para consumar la estafa. Es más, hasta hay casos en los que los estafados siguen defendiendo a la organización y negando la estafa.