A nivel mundial, la marca mayor que deja el año concluido es el estallido de un tipo de guerra que se creía superado, particularmente en Europa, el continente que fue escenario de las dos guerras mundiales del siglo XX.
Rusia invadió Ucrania iniciando una guerra de expansión territorial, convencida de que en un puñado de días, a lo sumo semanas, habría puesto bajo su control al país invadido.
Retomando los proyectos geopolíticos con que Catalina la Grande y Grigori Potemkin habían enfrentado y vencido en el siglo XVIII a los kanatos tártaros rodeaban al Mar de Azov y al Mar Negro, Vladimir Putin se lanzó a reconquistar los territorios que Nikkita Jrushev había traspasado a Ucrania cuando promediaba la era soviética.
Dos razones difíciles de sostener argumentó el jefe del Kremlin para justificar la guerra que hizo detonar en el corazón centroeuropeo: un supuesto plan de la OTAN apuntado a atacar a Rusia desde Ucrania, y la existencia de un gobierno nazi encabezado por Volodimir Zelenski perpetrando un genocidio en las regiones rusófonas del Este.
La sorpresa para Rusia y para el mundo, es que los objetivos que Putin y sus generales calculaban alcanzar mediante una “blitzkrieg” (guerra relámpago) de pocas semanas, aún no han sido alcanzados y el aparato militar ruso muestra síntomas de empantanamiento en una guerra de larga duración.
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La primera etapa de la invasión deja a la vista que el Kremlin cayó en una trampa urdida por aparatos de inteligencias de Ucrania y de potencias occidentales, concretamente la CIA y el MI-6. Las columnas de blindados y camiones con soldados que incursionaron desde Bielorrusia avanzando hacia la capital ucraniana, esperaban que los militares ucranianos se plegaran a ellas y aceptaran la anexión del Donbass a Rusia y un gobierno vasallo de Moscú en Kiev.
En lugar de apoyo militar local, lo que encontraron las fuerzas invasoras fue una tenaz resistencia que las hizo replegarse. Moscú debió “resetear” la operación para asegurar la conquista de los bastiones del Este: Donestk, Lugansk y el resto del Donbass.
En esa parte del país invadido logró victorias importantes en términos geoestratégicos, como la conquista de Mariupol tras una batalla que recordó a la de Stalingrado, logrando el control de toda la costa ucraniana del Mar de Azov. Pero la contraofensiva de las fuerzas locales pusieron a las tropas rusas en desbande en el oblast de Kharkov, y las hicieron replegar en el Oeste de Jersón y en buena parte de Zaporiyia.
Ante las dificultades para controlar las dos costas del río Dnieper, que atraviesa de norte a sur el centro del mapa ucraniano, las tropas rusas dejaron de lado sus planes de avanzar hacia Odesa con el objetivo de controlar la costa del Mar Negro hasta la frontera con Transnitria, el territorio moldavo en manos de fuerzas separatistas pro-rusas desde la década del 90.
El año de la invasión llegó a su fin con Rusia iniciando una nueva etapa del conflicto. Como a las batallas entre tropas no las está ganando ni mucho menos, la nueva estrategia es la que aplicó en la segunda guerra de Chechenia y en la ciudad siria de Alepo: los bombardeos de saturación.
Con lluvias de misiles y drones explosivos sobre las ciudades, los centros de producción energética y sus redes de distribución, Moscú procura ganar la guerra doblegando a los civiles, porque las fuerzas rusas no están pudiendo imponerse sobre las ucranianas en las batallas entre tropas.
La clave de la victoria que intenta ahora Vladimir Putin está en que la destrucción de las ciudades y la parálisis de la producción y distribución de energía, hundan a la población civil en una desesperante intemperie que la haga sucumbir ante el frío del invierno. Si el ejército y el gobierno ucranianos no se rinden, la apuesta es que se rinda la población civil.
En principio, el 2023 comienza como esos últimos rounds de peleas en las que los boxeadores se tambalean extenuados y gana que logra mantenerse en pié, o sea, no caer primero.
La motivación de las tropas ucranianas es el músculo del país invadido que aún puede golpear duro a un ejército invasor desmotivado y mal preparado. Mientras que el músculo ruso que aún tiene poder de daño en gran escala, es el arsenal misilístico.
El músculo militar ucraniano golpea al ejército ruso, mientras que el músculo ruso golpea a los civiles ucranianos.
El año que comienza dirá cual de los dos contendientes es el que logra mantenerse en pie.