La prioridad de Estados Unidos no es política sino geopolítica. Por tanto, la meta principal no es la democratización tras el final del calamitoso régimen chavista, sino que Venezuela salga de la vereda donde están Rusia, Irán y China para regresar a la vereda occidental liderada por Estados Unidos y en la que están Canadá y Europa.
Para alcanzar ese objetivo hay dos instrumentos: Uno, que los comicios del año próximo sean verdaderas elecciones pluralistas y libres, como reclaman la disidencia y también el bloque de potencias noroccidentales. El otro instrumento es comprar a la dictadura que encabeza Nicolás Maduro con dinero, prebendas y el levantamiento de las sanciones, para que vuelva a exportar petróleo y pueda mejorar la economía que ese régimen esperpéntico llevó a la bancarrota.
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De momento, Washington colabora con el primer instrumento. El “huracán Corina” ha cobrado una intensidad que promete arrasar en las urnas al PSUV y a Maduro con su corrupta, inepta y autoritaria nomenclatura.
Pero no está claro qué va a pasar si el régimen residual chavista le ofrece a Estados Unidos saltar a su vereda geopolítica con la condición de que le permita permanecer en el poder hasta lograr una salida suave y con todas las garantías de que sus crímenes quedarán impunes, lo que implica sacar a la principal líder de la disidencia de la carrera electoral y permitir las artimañas y fraudes que hagan falta para que “gane” el PSUV en las urnas del 2024.
Para sacarla de la contienda, el arma de Maduro es la inhabilitación con que está intentando impedir la candidatura que triunfaría en el 2024. Y con el mundo nuevamente partido y con dos conflictos que podrían desembocar en la tan temida Tercera Guerra Mundial, Nicolás Maduro tiene la posibilidad de imponer a Estados Unidos sus condiciones, porque Washington priorizará que Venezuela rompa con el eje ruso-chino-iraní.
Con la oposición de Maduro a una elección que, por ser transparente y pluralista daría la presidencia a María Corina Machado, la potencia petrolera del Caribe podría hundirse en una guerra civil que implicaría un tercer frente de conflicto entre el bloque occidental y el oriental, pero esta vez incendiando el continente americano.
Con más de dos millones de votos en las primarias de la oposición, Machado se convirtió en la figura política con mayor respaldo popular entre los venezolanos. Mucho más que el que en su momento tuvieron Henrique Capriles, Leopoldo López y Juan Guaidó.
Venezuela ha visto brillar y también apagarse a esos liderazgos opositores. Para que no se apague también el fulgor de Machado, ella tiene que lograr lo que no lograron Capriles, López y Guaidó: sacar del poder al chavismo residual.
En este mundo que tanto se parece al de la Confrontación Este-Oeste, pero esta vez con una China poderosa en la vereda de enfrente a Occidente, que Venezuela se aleje de quienes lo patrocinan desde Teherán, Moscú y Pekín porque les entregó el acceso a riquezas naturales y a posiciones de altísimo valor geoestratégico, es una prioridad geopolítica de primer orden para la política norteamericana. Y esa prioridad puede ser utilizada por Maduro a su favor.
Esta es la sombra que merodea el trayecto de la líder de Vente Venezuela hacia el Palacio de Miraflores.
Ciertamente, Estados Unidos, Canadá, Europa y los gobiernos democráticos de Latinoamérica prefieren que el regreso de Venezuela transite por la senda de la democratización. Y ese camino hoy se llama María Corina Machado. Pero la prioridad es geopolítica, y eso le pone comillas al compromiso de Washington con la democracia.