Para la luz, rige un aumento mayorista que se aplicó en diciembre y en enero, más otros cuatro que aplicó la propia Epec para transportar y distribuir esa energía. Por ejemplo, una familia que consumió en abril pasado 350 kilovatios al mes (se trata de un consumo medio-alto) pagó entonces 620 pesos. Ese mismo consumo en abril de este año es de 1455 pesos: un 135 por ciento más. Hay que tener en cuenta que para abril de 2017 la facturación era bimensual, por lo que si vamos a comparar hay que dividir la boleta pasada en dos.
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Pero el problema estará en el gas. Porque al aumento de luz ya lo vimos, ya relativamente lo digerimos, pero el gas tiene sus particularidades. Un hogar que en abril pasado consumió 120 m3 y que está en la categoría R2-3 (que consume entre 850 y 1000 m3 al año) pagó 554 pesos y este abril, con un consumo de 120 m3, pagará 1115 pesos: 101 por ciento más.
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La primera particularidad está en que en invierno, el consumo se triplica, por lo que una boleta promedio puede superar tranquilamente los tres mil pesos. Además, no podés medir tu consumo para saber en qué categoría estás. Sucede que cuando el usuario sube de categoría, el 100% del gas consumido es más caro. No pasa como en la luz, que el precio es escalonado y va subiendo de a tramos. Acá, todo es más caro. Y el usuario no puede controlar cuándo se pasa de una categoría a la otra.
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No es docencia barata la del presidente Macri cuando dice que, pese a todo lo que se dice del tarifazo, el consumo residencial de energía subió 8% en abril. Necesita que eso no pase con el gas. Necesita de un invierno corto (aunque el frío sea intenso, es clave que dure poco) y necesita que los hogares ahorren gas. De lo contrario, las tarifas sí serán impagables y el costo del veto, imposible de digerir.