Hay un relato que cuenta que hay dos grandes libros, el de la Verdad y el de la Mentira. No se pueden distinguir por una cuestión obvia: los dos están titulados El libro de la Verdad.
Hay una realidad política de Argentina que no dista demasiado de ese juego filosófico-literario. Llevamos una cantidad difícil de precisar de asambleas legislativas en la que un presidente se dice depositario de la verdad, traslada la mentira a los adversarios y asigna las responsabilidades al otro, en el que lo precedió.
La Asamblea Legislativa de este 1° de marzo es menos de lo mismo. Un país que discute en dos bandos con su pasado. Y el pasado siempre está para atrás. Por eso, no es una casualidad que el país atrase en la mayoría de sus indicadores.
Objetivo doble
Alberto Fernández fue con dos objetivos al Congreso: intentar contener a los propios y meter alguna cuña que haga ruido en los otros. Y algo logró de ambos objetivos.
La primera que tenía que convencer era a quien tenía sentada al lado, la vicepresidenta Cristina Fernández, quien no deja pasar una sola ocasión de mostrar simbólicamente quién ejerce el mando.
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En una sesión que terminó con varias bancas vacías, había una ausencia de arranque que no era opositora: la del ex jefe de bloque oficialista Máximo Kirchner.
“Hago lo que puedo”, podría serla síntesis de Alberto dirigiéndose a Cristina y Máximo cuando explicó que el acuerdo con el Fondo era “lo mejor posible”.
Y después endulzó los oídos K con promesas de no ajuste, no aumentos, no reformas. La tribuna aplaude aunque después el ajuste encuentre muchas maneras de canalizarse.
Y siguió con la seducción hacia sus socios del ala dura kirchnerista con un reclamo a la Justicia para que impute a Mauricio Macri por el endeudamiento. Ahí no sólo logró aplausos sino que se llevó algo que necesita ante un Juntos por el Cambio que viene unificando posturas: una reacción intempestiva de parte de la oposición.
El PRO se levantó del recinto pero los radicales y los de Carrió se quedaron en sus bancas. Hay temas demasiado serios en discusión como para bravuconadas, vengan del lado que vengan.
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Los macristas terminaron dándole un argumento al Frente de Todos. Si uno levanta la bandera de la institucionalidad y el republicanismo, debe ser institucional y republicano por sobre todas las cosas.
No se puede reclamar sensatez no actuando con ella. Y vale para cualquiera.
¿Alcanza?
En principio, Alberto intentó seducir a los que están en contra del acuerdo con el Fondo (que son los de él) aún riesgo de perder los que están a favor (que son los de la oposición?
Pero ahora viene la hora de contar los porotos. ¿Le habrá alcanzado para alinear a la bancada propia? ¿Corre el riesgo de quedarse sin apoyo de parte del oficialismo y de parte de la oposición?
Los interrogantes se despejarán en unos días mientras Alberto escribió un nuevo capítulo de su libro. Dice que es el de la verdad. Pero puede no serlo.