¿Qué es la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, según su sigla en inglés) a la que asistió el presidente Javier Milei? ¿Es realmente un foro tan prestigioso del conservadorismo norteamericano como lo describen muchos medios internacionales?
El hecho de que la CPAC realizada este fin de semana en Washington haya sido escenario para un único protagonista estelar, Donald Trump, dejando fuera a las figuras republicanas que expresan la centroderecha y cuestionan al magnate neoyorquino, parece mostrar que no es, o ha dejado de ser, un foro donde puedan escucharse todas las voces del arco conservador, sino una tribuna exaltada del ultra-conservadurismo para alabar el liderazgo personalista que radicalizó al Partido Republicano.
En 1964 comenzó a realizarse este encuentro anual con el objetivo de escuchar a los exponentes de todo el espectro conservador, que se desempeñan en distintos ámbitos. Ese era un año electoral y el candidato republicano fue el ultraconservador Barry Goldwater, quien fue finalmente vencido en las urnas por Lindon Johnson, el demócrata que ocupaba la presidencia.
En los años electorales, el encuentro se volvía proselitista, pero dando lugar a todos los precandidatos. En cambio, en éste no hubo espacio para Nikki Haley, la contrincante de Trump en las primarias. Tampoco para figuras de la centroderecha, como Mitt Romney. Los moderados quedaron fuera del escenario donde hubo figuras controversiales por sus posiciones extremas, como Steve Bannon, principal exponente de la radicalizada Alt Right (derecha alternativa). Y también estuvo el impulsor del Brexit, primer gran traspié político y económico de magnitud sísmica en la Unión Europea: el ultranacionalista británico Nigel Farage.
Esta vez, la CPAC estuvo casi exclusivamente dedicada a imponer la candidatura de Trump para enfrentar a Joe Biden. Por eso entre los invitados extranjeros no había moderados que representan la centroderecha, sino exponentes de diferentes posiciones extremas que aceptaron alinearse con el estridente multimillonario: el presidente salvadoreño Nayib Bukele, su par argentino Javier Milei, el líder del partido español Vox, Santiago Abascal y un hijo del ex presidente brasileño Jair Bolsonaro.
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Los invitados que no están en funciones gubernamentales resultan menos cuestionables por tomar partido en la carrera electoral que se libra en Estados Unidos. Ese no es el caso de Bukele y de Milei, aunque hay una diferencia en la situación de ambos: Bukele tiene argumentos para jugar contra Biden, porque la administración demócrata lo viene presionando por el tema Derechos Humanos y exigiéndole respeto por el Estado de Derecho. En cambio Milei no ha tenido inconvenientes con el actual presidente norteamericano, que acaba de enviarle al secretario de Estado, Anthony Blinken, en un gesto amigable de acercamiento.
Esto vuelve aún más controversial la participación suya en la CPAC, donde expuso sus posiciones ultraconservadoras y avaló a Trump en su pulseada electoral con Biden, lo cual lo puso en un escenario electoral ajeno donde, además de lo recomendable que es la neutralidad en la política interna de otro país, no es seguro que el magnate neoyorquino vaya a imponerse, por lo tanto existe la posibilidad de que continúe al mando el actual mandatario demócrata.
También estuvo la ex primera ministra británica Liz Truss, pero la dejaron en un segundo plano sin exhibirla ni resaltar su presencia como sí se hizo con las de Milei, Bukele, Abascal, Bolsonaro hijo y algunos otros admiradores que viajaron a Washington para apoyar al magnate neoyorquino.
Milei tuvo suerte de que Truss pasara casi desapercibida en la Conferencia, porque el fracaso de esa exponente del ultra-conservadurismo en el Reino Unido representa el fracaso de las políticas de shock ultra-ortodoxas, que es lo que está experimentando el actual presidente argentino.
En el año 2022, Liz Truss estuvo apenas 46 días en el 10 de Downing Street. Un récord de brevedad que tuvo que ver con el dogmatismo ideológico que caracteriza a esa dirigente tory. Más thatcheriana que la propia Margaret Thatcher, expresaba el ala libertaria del Partido Conservador cuando se convirtió en primera ministra en setiembre del 2022. Por eso puso al frente de las finanzas al ultraconservador Kwasi Kwarteng, cuyas medidas de shock ortodoxo provocaron el estropicio económico que llevó al Comité 1922, una importante instancia decisoria de los tories, a exigirle su renuncia a sólo seis semanas de haber asumido el cargo.
Liz Truss quedará en la historia como exponente del ideologismo extremo en el conservadurismo. Ideologismo que fracasó tan drásticamente, que los propios correligionarios de la primera ministra la sacaron del cargo con un brusco empujón.