Cuando suena el teléfono saben que lo que viene es peligroso. Con una cuarentena en proceso, más de 500 contagiados y 8 muertos en la Argentina, son los responsables de llegar primero a chequear si una persona está contagiada de coronavirus.
Algunos tienen años de servicio, otros son más novatos pero para todos es la primera vez que se enfrentan a una situación como esta. El trabajo es de 24 horas.
“Nosotros sentimos que somos pilotos de fórmula 1, no pensás que te vas a pegar un palo en la próxima curva pero si vos ves que en la curva siguiente, dos ya derraparon, te da un cierto miedo. Es una mezcla de miedo y cuidado”, explica el jefe del servicio, Jorge Villagra. Como él, cientos.
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El miedo se maneja con precaución y protocolos. Mientras se cuiden, están a salvo. Para esto estudiaron, se prepararon y están dispuestos a dar su tiempo, el que corresponde y más, para enfrentar el virus.
La familia, fundamental. “Acompañamiento total”, repite uno tras otro ante la consulta del periodista Sebastián Pfaffen sobre qué dice la familia.
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Una sociedad dividida. Los aplausos que cada noche se repiten a las 21 es para ellos. De la misma forma que en distintas localidades Europeas de Italia y España, en Argentina el agradecimiento es infinito.
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“Ese reconocimiento emociona, ese aliento se siente. Me siento como un jugador de fútbol que sale a la cancha y me están alentando”, cuenta Jorge, emocionado, pero es contundente con el pedido: “Más que aliento necesitamos que la gente tome conciencia”. Ya no quedan dudas, la cuarentena es esencial.
La primera línea de fuego. Si seguimos la idea que analizamos en una nota anterior con el psicólogo y periodista Diego Sehinkman estamos en una guerra, donde las bombas somos nosotros pero también la vacuna.
En el medio están ellos. Los médicos, paramédicos, enfermeros y todos los integrantes de un sistema de salud que no descansa. A ellos les toca salir, a nosotros quedarnos en casa.
Vos que podés, quédate en casa. Por vos, por ellos y por todos.